lunes, 28 de octubre de 2013

Le Paradis

Para él.

"Si on n'aime pas trop, on n'aime pas assez"
(Anónimo)


Un viejo tronco.... Sí, sólo eso era. Un tronco, un pobre e insignificante tronco con afán de parásito que no sabía en donde meter su cacho soledad y melancolía. Escogió el peor sitio para pudrirse y llegar hasta su lecho de muerte. Mi corazón era su féretro. Hecho raíces, marcó el  lugar de su perdición, y aseguró mi propia ruina.
¿Por qué tengo un huésped sin invitación a mi morada?
 Es una maceta ordinaria, un suelo infertil ¿Y cómo no puede estar vacío después de todo lo gris que lo aplastó sin titubear?  Estoy completamente conmigo misma... anclada en París.
Sin dudar que la deforestación podría invadir mi ser hasta hacerlo trizas, seguí con esa marca que absorbía mi esencia, que trata de vivir de mí, sabiendo que un día por culpa de su egoísmo ambos moriremos.  
Miro la fotografía de mi padre y echo a llorar para regar esa estaca de madera olorosa.
- "Mon mademoiselle, no llores... Vamos Mica, sonríe para papá..."
Mi corazón se partía, dando origen a dos geodas que escupían amatistas bañadas de sangre que por dentro perforan mi piel.
La putrefacción daba vida, vida a más muerte. Muerte a mi vida. Vida sin flores de colores, que tanto amaba.
 Se plantó un tronco seco, un árbol deshojado anónimo. No tiene hojas, ni ramas con las cuales hacerme cosquillas, sólo era él, plagado de hormigas coloradas que recorrían cada milímetro de mi corazón oxidado. Cada sístole, cada diástole, era como beber cianuro de un hermoso envase de champagne una y otra vez. Bombea bichos pequeños, centenares de ellos.
Los días... mejor no hablemos de mis días. Se vuelven huecos y sombríos, cuevitas de larva. Es una serie de televesión con poca audiencia y creatividad que repite sus capítulos una y otra vez.
Esta mañana dando tumbos, sin dirección, acorralada en mi habitación, me dirigí hacia la biblioteca, mi única compañía. Buscando algo de Edgar Allan Poe, para variar, encontré de  casualidad la biografía de un tal Viktor Frankl.
Me llamó la atención, nunca escuché hablar de ese sujeto. Supuestamente, según lo que indicaba su biografía, fue un neurólogo y psiquiatra austriaco. Proseguí con la lectura.



 Leí pausadamente, cuando me adentré en su historia de vida y en sus estudios, en cada oración se me venían a la mente frases como estas:
- "Nada puede evitar que sonrías ante la gravedad de un problema"
- "Se puede ser feliz si se encuentra un porqué en la vida"
- "Aunque todo vaya por mal rumbo y te quieras pegar un tiro en la geta porque tenes un vacío existencial que te carcome la sesera, siempre hay una razón para vivir"
Me repetía a mí misma todas esas frases que se me venían a la mente, convencida en que la teoría de la logoterapia podría ser cierta.
Pero yo me sentía igual, como un alfil rodeado de peones, incapaz de hacer un movimiento para dar vuelta el partido. El alfil sigue sin moverse, pero los peones salen a atacar... El alfil no se mueve aunque puede hacerlo, no hace nada por protegerse o por proteger al rey... El alfil baja su guardia, su vista se nubla, su cuerpo se extingue... Jaque Mate.
"Mira, aquí estamos preciosa... "Le Paradis" mademoiselle Mica, mi lugar favorito en todo París. Entremos, adelante mademoiselle (.....)
Respira, respira profundo ¡Ohhh, aire más fresco que este jamás podrás oler! ¿Y después de esta lluvia? ¡Ja! No lo creo (....)
¿Te has dado cuenta de la hermosura que nos rodea? Miralas, una por una. Por favor, encanto, no me niegues que no es lo más precioso que has visto en tu diminuta vida, sino me pondré a llorar como un sauce llorón ¡Buaa, buaa! (.....)
Son todas magníficas, absolutamente todas. No hay ni una, repito ¡Ni una! Que carezca de belleza señorita, ya aprenderás de esto, para eso estoy yo ¡Je! Te diré todo acerca de ellas. Pero te confesaré que mis preferidas son..... esas  ¿Las has visto? Las azules que están casi al fondo, veamoslas más de cerca (....)
Preciosas, simplemente preciosas. Hay de varios colores, pero las azules son mis favoritas por excelencia... ¿Qué misterio se esconde entre bajo ese color añil y esas pintas saltarinas? Sencillamente perfectas. Pero no tanto como usted, mademoiselle Mica. (....)
Eres tan bella cuando sonríes, pequeña (...)
Oh... Cariño mío ¿Qué sucede? (...)
¡Oh, muy cierto! ¿Realmente quiere saberlo, modemoiselle? (....)
Disculpame, linda ¿Quieres saber el nombre, eh? ¡Que cabeza la mía! Bueno le diré, y escuche con atención mademoiselle y nunca lo olvide, se llaman..."
 Oh.... no. Maldita sea... La luz del sol se filtró sin ninguna timidez por mi ventana, me pegó de lleno en cara. Adiós a mi sueño... ¡El sueño! 
Mi mente todavía está fresca, tengo vagos fragmentos que  revolotean aún.
 Recuerdo estar presente... era yo de pequeña. Tenía un vestido turquesa con un pequeño sombrerito con un tierno moñito rosa en el costado izquierdo. Todo se veía muy difuminado, un espejo empañado. Me acompañaba un hombre, me tomaba de la mano y me hablaba de una manera muy dulce, como si me conociera. No pude ver su rostro, o tal vez no lo recuerdo. Vestía un simpático traje a rayas amarillo y anaranjado, combinaban con su actitud jovial y chispeante. Entramos a un lugar... llamado "Le Paradis". No sé que estábamos haciendo allí, ni lo que había. Sólo se que aquel misterioso sujeto no dejaba de vomitar halagos sobre el misterioso sitio.
Por alguna extraña razón, me siento... bien. Con un calorcito agradable en el pecho. Las palabras de aquel extraño transmitían tanto amor, y no parecía esforzarse en hacérmelo sentir, era todo tan simple y espontáneo.



El alfil despertó, tarde, pero lo hizo. Vio el tablero sin un alma. Eso podría significar la derrota, de hecho lo era. Pero ahora es libre de moverse en diagonal por donde se le plazca y tratar de dar vuelta su propio juego. Miro el calendario, ocho de Octubre, día común y corriente. 
Tuve ánimos suficientes para quitarme el pijama violeta con detalles floreados y arreglarme. Una blusa negra, pollera larga del mismo color, medias grises hasta las rodillas, y zapatos de charol opacos. También me pinté los labios excesivamente de rojo, fue un atentado hacia mis labios carnosos, al parecer había olvidado como maquillarme. Dejé suelto mi cabello color chocolate. Rocié un poco de perfume de vainilla en las mangas de mi blusa, en la coronilla de mi cabeza y en mi cuello.
Me miré en el espejo sin ganas, tenía la apariencia de  un títere, un títere que representa un payaso triste, de esos que te transmiten miedo y melancolía.
- "Vamos Mica, sonríe para papá..."
Perdoname papá, lo haré... por ti.
Anoche llovió a cantaros. Las calles de París estaban completamente empapadas de rocío. El sol iluminaba esas pequeñas gotitas, los adoquines estaban tapizados de gemas transparentes.
Todo olía sumamente fresco ¡Bendita fragancia! deberían embotellarla en frasquitos de colores. No es nada más ni nada menos que el maravilloso olor a tierra mojada. No hay duda de que es cierto, es magnífico. Dulce, dulce petrichor.
Seguí mi rumbo sin rumbo, enviciandome con ese precioso aroma natural, cuando de repente me tropiezo con una pequeña cuota de vida. Un Edén moderno, una pequeña florería según veo.
Hace muchísimo tiempo que no pisaba una. Los crisantemos se filtran por las rejas rojas,  afuera en los canteros había un ejército de azucenas. En lo alto del edificio lucía un hermoso letrero similar al anuncio de un circo ambulante.
 Quise saber el nombre para venir nuevamente.... No puede ser..... ¡Le Paradis! ¡Este es el lugar de mis sueños! ¡Entonces es real! Eso quiere decir que... aquel hombre tan amable era....
 Mi mente hace un retroceso hasta mi infancia, pasando antes por oscuros momentos y llegando a mi niñez tan clara ¡Oh, papá! ¡Es papá! ¿Cómo pude olvidarme de esto?
En este jardín, en este paraíso están las flores más bellas que jamás pude haber visto. Recuerdo cuando me tocaba pasar las vacaciones contigo en tu París, me traías aquí y me enseñabas las maravillas de estos seres tan hermosos y llenos de vida ¡Papá, perdoname por olvidarlo, papá!
No puedo evitar soltar una lágrima, no puedo evitar que las raíces de ese tronco se hundan más en mi corazón.
Un momento.....
- "¡Papá, papá!"
- "Oh... Cariño mío ¿Qué sucede?"
- "Papá, ibas a decirme como se llama la florcita azul"
- "¡Oh, muy cierto! ¿Realmente quiere saberlo, modemoiselle?"
- "¡Papi, vamos! Dímelo, ahora"
 - "Disculpame, linda ¿Quieres saber el nombre, eh? ¡Que cabeza la mía! Bueno le diré, y escuche con atención mademoiselle y nunca lo olvide, se llaman..."
(....)



¡Astromelias!
Corro desesperada hasta el fondo de "Le Paradis". Pasé por lirios, camelias, magnolias, rosas, margaritas... todas ellas, las recuerdo papá. Y de pronto ellas... cayeron del cielo.
Las lágrimas surgían como sus preciosos pétalos azules, zafiros soberbios.
Me quede enviciada, más bien dicho hipnotizada con esas bellas astromelias azules. Cada pétalo era tan misterioso, infinito y seductor, cada mínimo detalle era un enigma por resolver. Ahora entiendo tu gusto por ellas... papá.
 Sentí tanta pena por mí. Flor tan dichosa, tan chorreante de vigor, con pétalos tan graciosos, que se mecen con la elegancia de una doncella al peinar su cabello con un peine de malaquita. Me siento tan mediocre, tan estúpida por haberme olvidado de ellas. Ellas rebosan belleza en su estado más puro, y yo con un fútil pedazo de madera clavado en mi ser... Lloro de vergüenza e impotencia.
-        Oiga, mademoisille
¿Y esas vocecitas cantarinas?
-        Pshh, aquí.
Una leve brisa recorrió ese pequeño perímetro donde se encontraban las flores azules... ellas me estaban llamándo, era como un coro de ángeles.
-        ¿También ha olvidado lo que le dijo su padre? - Me preguntó una, regañándome.
-        No más lágrimas, mademoisille – Me dijo otra dulcemente
-        Es mucho más bella cuando sonríe.
-        Sí... pero no tanto como una astromelia.
Y rieron juntas las pequeñas florecitas, me contagiaron la risa.
-        ¡Sonrió! - Exclamaron nuevamente juntas.
-        Su padre tenía razón, es mucho más bella cuando sonríe.
-        Cierto... puede que más que una astromelia.
Y volvieron a reír y me uní a ellas. La brisa estaba cesando, las pequeñas astromelias se despidieron de mí.
-        No lo olvide, mademoisille, sonría...
Y así lo hice, mientras aquellas memorias azules se depositaban sobre mi piel, removiendo a duras penas las astillas de mi corazón. Al compás de un airecillo primaveral las astromelias seguían su juego de coqueteo con sus encantadores pétalos, moviéndolos de acá para allá. Delicadas y queridas astromelias....
-        Ehhh..   Excusez-moi,  mademoiselle....
Una nueva voz apareció en medio de los  canales de vida. Fue una explosión que me desconcentró de mi pequeña fantasía azulada. Levanté mi cara de galletita mojada y vi de quien trataba.
 No era una flor. Se trataba de un hombre, o mejor dicho un joven que tenía la elegancia de una flor.
No pasaba los 20 años, seguramente tendría mi edad. Cabello castaño claro casi rubio, nariz aguileña, la piel más pálida que vi en mi vida, unos intensos ojos negros y penetrantes. Si no hubiera hablado en francés hubiera jurado que era alemán.
 Mire para todos lados,  no había nadie cerca. No había duda, me estaba hablando a mí... ¿Por qué a mí? Mi francés es burdo... ¿Qué hago?



-        Oh... pardon  monsieur... Yo no hab... mi francés ser pobre, pardon... Wi, pardon.. – Trataba de articular las palabras mientras hacía  gestos estúpidos con las manos para que me entendiera.
El joven no dijo nada por unos breves instantes, seguro quedó atónito por el kilombo criollo-francés-cavernícola de palabras que mezclé, no entendió ni J.
 El silencio cesa con una leve risita que se fugó de sus delgados labios color cereza. Me miró con los ojos entrecerrados de la risa y dijo después de un suspiro:
-        ¡C´est magnifique! ¿Argentina verdad? ¡Que agradable sorpresa! Cuanto gusto, mademoisille
Detecté rápidamente ese acento criollo dominante en esa frase, mezclada, obviamente, con la esencia de Francia.
Luego de mencionar esas palabras sacó a la luz unos perfectos dientes perlados, podría ver mi rostro reflejado en ellos.
En mi vida sólo he visto dos sonrisas que me han dejado sin habla. La cálida sonrisa de mi padre, y la de este joven misterioso.
-        Disculpe mademoisille ¿La molesto?
Claro que no.... Un momento ¿Eso lo dije o lo pensé?
-        Oh, no monsieur, para nada – Respondí aún dopada por su presencia.
Dejó escapar una tímida risita. Sonrió mirando el suelo sin decir una palabra, parecía apenado. Tal vez no le convenció el tono con el que le contesté... Si supiera que es por su culpa.
-        Monsieur, será un placer para mí ayudarlo en lo que necesite – Dije esta vez más animada
Se dio cuenta de ello y despegó su mirada del piso para depositarla en mis ojos. Me dio escalofríos... de nuevo me sonrió.
-        ¡Tres bien! Quería hacerle una pregunta.
-        Puede usted preguntarme lo que quiera – Y siguiendo el consejo de mis hadas azules y el de mi padre, sonreí, tímidamente, pero le sonreí.
-        ¿Cuál es el nombre de tan bella flor?
Al mismo tiempo en que sus labios de magma se movían para disparar el interrogante, sentí un suave dolor en el corazón, como si el tronco se arraigara aún más en él. Mis ojos al encontrarse nuevamente con los suyos se humedecieron ligeramente, pero al parecer no se dio cuenta. Sus ojos renegridos eran dos escarabajos con alas de luto, tenían brillo propio, era una tempestad salvaje en donde se filtran tenues rayitos de luz. No sabía que contestar, aunque sabía la respuesta mejor que nadie.
-        Ehh... ni idea, monsieur.
 Me miró extrañado, y agregó:
-        Pues.... ¡Que bella Nidea! - Y me sonrió... una vez más.
Luego dio un par de pasos en mi dirección. Su rostro de porcelana blanca se transformó. Sus pómulos de nieve ya no están marcados. Guardo su dentadura de mármol y me miró fijamente. Rápidamente me corregí:
-        ¡Ah! Disculpe monsieur. Que torpe soy. En realidad  son astromelias ¿Verdad que son hermosas? Hay de muchos colores, pero las azules son mis favoritas por excelencia ¿Qué misterio se esconde bajo ese color añil y esas pintas saltarinas? Sencillamente perfectas.
-        En efecto... pero no tanto como usted, mademoisille.


Nuevamente sentí en mi corazón como las raíces del tronco se fijaban más y más, podía sentirlas tocar el fondo del mismo. En él crecían pequeñas bellotas herrumbrosas, que maduraban en  un parpadeo,  e impactaban en mi corazón.. Quiero contestarle, quiero... quiero....
-        Pero, de todas maneras, mademosille, yo no me refería a las flores.... me refería a usted.
Quiero... quiero.... lo quiero....
-        Me, me... me llamo Mica Dupont , monsieur...
-        Mica... hermoso nombre, como lo indica su dueña
Ese dolor, ese dulce dolor que siento ahora, tan desgarrador, tan exquisito, tan diferente. Una opresión en el pecho, y una suave caricia de alambres de pua.
-        Ahora es mi turno de presentame, mademoiselle. Mi nombre es Alberto Birón, para servirle.
Hizo una graciosa reverencia, tomó mi mano izquierda y  la besó, haciéndome sonrojar hasta tomar el aspecto de manzana.
Dio otro paso hacia mí, más cerca... Podía sentir como su perfume de tierra mojada se desprendía de su chaleco gris. Me miro, esos ojos eran dos pozos ciegos, realmente sin fin alguno.
No puedo sostenerle la mirada, no puedo rozarlo ni con la yema de los dedos, no puedo.... pero quiero... quiero....
-        Debo irme, monsieur Birón...
Y apartándolo suavemente de mí, di unos pasos lejos de Alberto... de mi Alberto.
Caminé con la elegancia de un flan a punto de desparramarse. De pronto me resvalé por culpa  del suelo mojado, y me torcí el pie, los zapatos de charol no son la mejor opción para un día lluvioso. Sentí lentamente como mi cuerpo estaba a segundos de estrolarse contra pavimento.
Sentí como si las manos de un ángel me tomaran con delicadeza de la cintura. Evitó mi caída, pero para ello, tuvo que tirarme contra las rejas del vivero.
Abrí mis ojos sorprendida y allí estaba él... lo tenía a centímetros. Su cara aterciopelada era igual de perfecta, de lejos, de cerca, desde todos los ángulos posibles y excistentes. Sentía que mi corazón iba a explotar en miles de leños.
-        ¿Está usted bien, mademoiselle Mica?
Haciendo aún lado el dolor insufrible que sentía en mi tobillo, le dije:
-        Mejor que nunca – Y con todas las ganas acumuladas que tenía, le sonreí sin pudor, y también se me escaparon las lágrimas que contenía. Estoy frente a él...
Él también me regaló su mejor sonrisa y añadió:
-        Realmente es como yo me lo imaginaba, es cierto..
-        ¿De qué habla, monsieur?
Tomó mi cara con sus manos y me susurró al oido:
-        Es mucho más bella cuando sonríe..
Sus manos recorrieron todo mi rostró, limpió mis lágrimas y jugueteó con el contorno de mis labios.Se ensució los dedos con sal y rouge.
Aún estampados contra las rejas del paraíso nos miramos fijamente hasta emborracharnos con nuestras pupilas. Ya no me importaba aquel malestar en el tobillo o aquella inseguridad en el corazón.


-        Ton sourire m'attire comme pourrait m'attirer une fleur.
-        No entiendo nada de lo que dice.
-        Lo sé..
Perdidos en nosotros mismos, nos perdimos aún más en la perdición de un profundo beso. Nuestros labios eran espinolas que se derretían ante la pasión, se perdían, se encontraban y se volvían a formar.
Recorrí su cuerpo con mis dedos finos. Podía sentir como sobresalían sus costillas, su piel nívea era como tocar seda de la India, cálida y suave.
Prendieron los aspersores, el agua salía disparada como centelleantes fuegos artificiales  que nos mojaban y nos prendían. Recorrían gotas tibias sobre nuestra piel.
Un fuerte viento  hizo que  las astromelias perdieran algunos de sus pequeños pétalos, podía sentir como se me pegaban sobre mis mejillas carmesí y empapadas.
En los huecos putrefactos de mi corazón nació vida. Una crisálida se rompió y de ella salió una mariposa en tonos anaranjados, que empezó a volar al rededor de él.  Lo cubrió con el polvillo que se le desprendía de las alas. Al tronco le empezaron a salir hojas de esmeralda,
 y flores lilas. Ese viejo tronco era un jacarandá.
Sus raíces se incrustaron definitivamente en mi corazón, pero esta vez de una manera cándida y apacible. A su al rededor crecieron hermosas astromelias azules, que cantaban acompañadas por una pacífica brisa. Todo se ve y se siente tan ameno, tan diferente.
 Mira Alberto.... Mira... quiero que mires todo el paraíso que creaste en mí.
-"¿Qué te dije Mica? Eres más bella cuando sonríes" Gracias papá....
Todavía mis lágrimas eran fugitivas de mis ojos.
Sentía que flotaba en la estratosfera  hasta los breves instantes que sus labios se despegaron de los míos, cuando ese beso que parecía interminable tuvo un descenlase.
-        Je t'aime – Dijo para sí mismo entre murmullos, con la intención de que no lo escuchara, puede que haya dicho otra cosa, pero yo escuché eso... y me hace tan feliz pensar que así fue.
Externo, espontaneo, agraciado amor...  Alberto querido...
Nos secamos la cara el uno al otro, como dos gatitos mojados, y salimos tomados de la mano de "Le  Paradis", nuestro paraíso...
Caminamos sin decir nada por las calles de París. Él rompió el silencio y dijo mirando al horizonte:
-        ¿Y ahora que hará?
-        No lo sé... Llegaré a mi casa, me quitaré estas ropas mojadas y me pondré a leer "Corazón delator", probablemente... ¿Y usted que hará?
-        Francamente no lo sé....
-        ¿Por qué lo dice?
Se detuvo, me tomó de los hombros y mirandome fijamente a los ojos como un hombre me dijo:
-        Porque ahora estoy con usted y soy infinitamente feliz, y cuando se vaya, no podré dejar de pensar en usted, y tendré que buscarla hasta el cansancio, con el único propósito de volver a verla...
Pude ver que se le desprendió una pequeña lágrima. La corrí dulcemente y le dije sonriéndole:


-        No tendrá que hacerlo.... porque prometo no separme de usted.
Con los ojos salidos de las órbitas por mi respuesta, me preguntó:
-        ¿Y por qué  usted haría eso?
Acomodándole el cuello de su chaleco le respondí:
-        Porque le amo hasta los tuétanos, monsieur.
-        Y yo a usted, mademoiselle, como nunca amé a nadie.
Nos volvimos a besar, y las astromelias cantaron nuevamente. Las calles de París estaban adornadas con las gemas que nos dejó la lluvia y de nuestro amor descomunal.
Con una sonrisa pintada en el rostro, seguí caminando a donde sea, tomada de la mano de mi querido Alberto... Su rostro rebalsaba de felicidad, esa sonrisa de niño iluminada... me hacía tan feliz...

No había duda, finalmente, estaba en el paraíso. 












Texto: Camille Chico

4 comentarios:

  1. Mucho tiempo sin postear che, ya se la extrañaba por estos lares.
    Gran texto y que buen manejo del frances. Yo solo aprendí a decir "omelette"... Y NI SIQUIERA ME GUSTA EL OMELETTE

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Saber decir omelette tiene sus ventajas, sino mira http://www.youtube.com/watch?v=3CnYxaLEgk8

      Eliminar
    2. Me falta la parte del "Du fromage". En esa parte del cassette de aprendizaje se me trabo la cinta.

      Eliminar
  2. hola :). te felicito por tu blog. lo sigo ahora mismo :).
    el mio es: http://historiadeunamor12345.blogspot.com.es/
    un beso.

    ResponderEliminar