martes, 31 de diciembre de 2013

♥ .





domingo, 29 de diciembre de 2013

Almuerzo Desnudo.


                  Naked lunch .


♥ 



Nebulosa despiadada llena de incertidumbre descendiente ante los abismos de la droga, un disparo impetuoso onírico, extasiado y vagabundo contra la sociedad que se encuentra  a la deriva. Burroughs dispara sus flechas contra las religiones, el ejército, la universidad, la sexualidad, la justicia corrupta, los traficantes tramposos, el colonialismo, la burocracia y la psiquiatría representada por el siniestro Dr. Benway, el gran manipulador de conciencias. Una obra maestra que desencadena una atrapante  historia de esencia puramente kafkiana. 






Libro que todo el mundo debería  debe leer.
Película que todo el mundo debería debe ver.















Película online:


sábado, 21 de diciembre de 2013

Moonchild



Llámala niña lunar
bailando en las aguas poco profundas de un río 
encantadora niña lunar
soñando a la sombra 
del sauce. 

Hablando con los árboles de la 
extraña tela de araña 
Durmiendo en los escalones de una fuente 
Agitando varitas de plata a la 
canción de los pájaros nocturnos
Esperando al sol en la montaña. 

Ella es una niña lunar
recogiendo las flores en un jardín. 
encantadora niña lunar 
A la deriva en los ecos de las horas. 

navegando en el viento 
En un vestido blanco lechoso 
dejando caer piedras circulares en un reloj de sol 
Jugando al escondite 
Con los fantasmas de la aurora 
Esperando una sonrisa de un niño solar


sábado, 23 de noviembre de 2013

Suehiro Maruo


Gran ilustrador japonés. Mi privilegiado, mi favorito.
El maestro de lo sádico y lo bello.


Obras, magníficas obras: 

  • Imo-Mushi (La oruga)
  • El Monstruo de Color de Rosa
  • Midori: La Niña de las Camelias 
  • Dr. Inugami 
  • Gichi Gichi Kid 
  • Lunatic Lover's 
  • La Sonrisa del Vampiro 
  • La Sonrisa del Vampiro 2: Paraíso 
  • New National Kid 
  • La Extraña Historia de la Isla Panorama 














lunes, 11 de noviembre de 2013

Boquita de araña

Humilde homenaje a mi querido Puig.


Las sanguijuelas suelen aparecer en esta época del año, sienten el tramposo, furtivo y camaleónico viento, caen en ese camuflaje otoñal que complota contra mí. Arremeten sedientas y ciegas hacia mí piel, hasta dejarme sin una gota de vida, como sucede con todo mí alrededor.
Hojas muertas, hojas libres, hojas que crujen bajo mis mocasines, hojas de bailotean jocosas con duelo plasmado, hojas que inundan el momento y no me dejan respirar, ni leer “Boquitas pintadas” de Manuel Puig.
Cada tanto se fuga un pequeño resplandor de la celda gris, pero su libertad es efímera y vuelve a ser privado de su fulgor, en su claustro de sueños de algodón. Las sanguijuelas tienen cancha libre hasta que los pimpollos saluden con sus brazos tricolores extendidos al astro rey libre.
 El jacarandá salpica luces violetas y manchas mate. Mis ojos pequeños, color escarabajo común y corriente, estaban encantados al ver al jacarandá desprenderse de sus prendas más queridas. De pronto veo un ser devorado por sanguijuelas merodeando cerca del patriarca de los árboles. Una cascada de rubíes cae hasta su cintura, trae en sus manos un pequeño libro de tapa moho, no logro distinguir cuál. Suena un oxidado jazz al fulminarme con sus ojos arácnidos. Me envolvió con alambres de púa y espinas de rosa,  me hipnotizó con telas de miel, frases literarias y dientes parejos. Caen penurias sonrientes del viejo jacarandá.
Las hojas marchitas danzan con deje de agonía, un cachito de color se convierte en fugitivo en cada giro. Manchas color canela se postran en sus mejillas creando constelaciones otoñales que la vuelven niña.  
Mandarinas cósmicas se filtran entre las masas de felpa, impactan sobre sus ojos cobrizos hasta fundir sus pupilas, el bronce chorrea ardiente y quema sus párpados hasta desgranar su párvula piel de nácar.
Explota un clavel en su boca, se relame las comisuras hasta extraer la última gota de néctar, se muerde los pétalos hasta hacerlos sangrar. Queda su boquita pintada.  Toca su sangre con la punta de su dedo regordete, lo mira, sonríe y lo utiliza de colorete en sus bombardeados cachetes para disimular en vano su notable palidez.
 Fabrica un cojín con las hojas mate que se resisten al tacto de sus manos, quieren bailar y a la vez temblar, quieren ser luto y a la vez grana, quieren ser difuntas y a la vez risueñas, quieren ser Otoño y a la vez Primavera.
Aprieta las hojas unas con las otras hasta convertirlas en nada. Se sienta en las raíces del viejo jacarandá y abre de par en par el libro. Se oyen responsos en la copa de los árboles, las ramas chocan unas con las otras y las hojas caen cuales lágrimas, acompañadas por listones índigos que absorben el claroscuro. Me voy por las ramas, las ramas secas, ante la presencia del Otoño y su compañía paliducha.
Lee en voz alta, sus labios juguetean con las letras, se hacen cosquillas, ella golpea las palabras con la lengua.  
Me acomodo las medias de lino, tomo mi libro y me dirijo hacia el jacarandá, el crujir de las hojas me acompaña y le advierte de mi presencia cercana. Me siento junto a ella. Sus ojos se postran en los míos, estirados, atezados y con los lagrimales extremadamente hundidos. Son amenazantes por naturaleza, pero su mirada, esta mirada, transmite algo de ternura o algo no muy lejano a eso. Luego de mirarnos a los ojos, nos miramos los libros.  “El beso de la mujer araña” del gran Puig. ¡Qué deleite! ¡Grato destino! Me recuentro nuevamente con su mirada, al ver mi cara iluminada de niño tonto sonríe ampliamente. Sus dientes… marmolados, espejos del Edén, hermosa Berenice, ideas.
 Aprieta sus pestañas para que se arqueen, mira el libro y con voz similar a un suspiro dice (me dice): 
-
Qué triste es el otoño, tardes soleadas pero cortas, largos crepúsculos: ayer es hoy”- Suspira y con tristeza agrega – Aquí no sale el sol muy a menudo.
Una bocanada de viento hace que las hojas tomen vida propia. Su cabello es poseído por este céfiro desenfrenado y me golpea, desparrama rubíes por doquier, todo se vuelve una encrucijada de fuego. Nuevamente sus dientes deleitan sobre esta tierra árida y fría.
Ciclón de rosas contamina mi interior, las espinas desgarran todo a su paso, sinestesia por todos lados, ella tan aroma a tierra mojada, tan placentera para mis sentidos. Leo la página que me apuntó el viento otoñal, digo (le digo):
-
“…sos como el diamantito que tienen en la ferretería para cortar los vidrios, aunque los diamantes son sin color como un vaso sin vino, mejor llenita de vino, coloradita entonces, como un rubí, mi vida.”
Secuestro su mano, rehén perpetuo de un instante de la mía, congela todo mi brazo derecho y me hace llorar estalactitas de hielo. Me siento idiota. Caen hojas marchitas sobre nosotros, hojas traviesas juguetean en su escote, hojas efímeras, hojas muertas. Su mirada permanece en el libro, su rostro está ausente y no sonríe, mi mano sanguijuela que robó su gota de vida. Titubea, pero finalmente dice (me dice): 
- Lo más bonito de ser feliz es que crees que ya no volverás a estar triste.”
Finalmente me mira y culmina:
- Pero eso es una mentira ¿No lo crees?
Me envolvió en su telaraña,  cae sobre mi, me abraza hasta hacerme vomitar sangre, cual sanguijuela hambrienta de vida. Clava sus dientes e ideas en mi pecho, el mármol frígido destroza mi interior, diamantes ponzoñosos obstruyen mis venas, esta oscureciendo en la ciudad de Buenos Aires. Mis brazos se aferran con mínima fuerza a su cintura, siento los rubíes recorrer  en mis dedos.  El viejo jacarandá se nutre con mis penurias. ¿Grato destino? 
Me agarra salvajemente de los cabellos cortos y castaños. Sus ojos bronce envueltos en tiranía, su boquita pintada de rojo, rubíes, sus dientes bañados en sangre.
- ¿¡No lo crees!? – me dice gritando.
Me besa, siento su esencia fusionándose con la mía. Sabor a óxido, sal y veneno. Todo en mi se fuga, no soy más que materia a la merced de un ser endemoniado y bello.
Siento que su cuerpo se desvanece, mis manos caen en nada y todo es hojas muertas sobre mí ser y sangre. Un desconsiderado céfiro arrastra sus hojas lejos de mí. Sólo quedó clavado un clavel rebosante de rubí en el medio de mi pecho.
Ya no hay nada para las sanguijuelas. Mi cuerpo, mi masa desgastada, yace en las raíces del jacarandá. Observo como caen las hojas poco a poco, cada hoja que cae es otra espina en alguna parte. Giro la cabeza a la izquierda y ahí estaba… “El beso de la mujer araña” abierto de par en par. Resuena en mi cabeza su voz, un alfiler atraviesa mi cabeza, me quema por dentro. Dice (me dice):
-  
“Querido, vuelvo otra vez a conversar contigo… La noche trae un silencio que me invita a hablarte… Y pienso, si tú también estarás recordando, cariño…los sueños tristes de este amor extraño”
Aparto la vista de ese libro que me arrastró al infierno. Veo las hojas caer, veo a las estrellas titilar, veo lo que soy y lo que fui, no veo lo que seré, es nada. Giro la cabeza hacia la izquierda… “Boquitas pintadas” de Puig, abierto de par en par. Con la poca voluntad y fortaleza que me quedaba, con un hilo de voz, digo (le digo):


- “La felicidad... Eres mujer, y por lo tanto esquiva”
Y esas últimas líneas se perdieron con el viento, al igual que las hojas muertas, al igual que ella, al igual que Puig, al igual que yo, al igual que el Otoño, al igual que todos. 






Texto: Camille Chico

viernes, 1 de noviembre de 2013

Rayuela

                                                                   Un, dos, tres, cuatro:
                                               ¡Tierra, Cielo!
                                             Cinco, seis:
                                        ¡Paraíso, Infierno!
                                Siete, ocho, nueve, diez:
                                       Hay que saber mover los pies.
                                          En la rayuela, o en la vida
                                       vos podes elegir un día.

                         

                    
             ¿Por qué costado, de que lado saltarás?





lunes, 28 de octubre de 2013

Le Paradis

Para él.

"Si on n'aime pas trop, on n'aime pas assez"
(Anónimo)


Un viejo tronco.... Sí, sólo eso era. Un tronco, un pobre e insignificante tronco con afán de parásito que no sabía en donde meter su cacho soledad y melancolía. Escogió el peor sitio para pudrirse y llegar hasta su lecho de muerte. Mi corazón era su féretro. Hecho raíces, marcó el  lugar de su perdición, y aseguró mi propia ruina.
¿Por qué tengo un huésped sin invitación a mi morada?
 Es una maceta ordinaria, un suelo infertil ¿Y cómo no puede estar vacío después de todo lo gris que lo aplastó sin titubear?  Estoy completamente conmigo misma... anclada en París.
Sin dudar que la deforestación podría invadir mi ser hasta hacerlo trizas, seguí con esa marca que absorbía mi esencia, que trata de vivir de mí, sabiendo que un día por culpa de su egoísmo ambos moriremos.  
Miro la fotografía de mi padre y echo a llorar para regar esa estaca de madera olorosa.
- "Mon mademoiselle, no llores... Vamos Mica, sonríe para papá..."
Mi corazón se partía, dando origen a dos geodas que escupían amatistas bañadas de sangre que por dentro perforan mi piel.
La putrefacción daba vida, vida a más muerte. Muerte a mi vida. Vida sin flores de colores, que tanto amaba.
 Se plantó un tronco seco, un árbol deshojado anónimo. No tiene hojas, ni ramas con las cuales hacerme cosquillas, sólo era él, plagado de hormigas coloradas que recorrían cada milímetro de mi corazón oxidado. Cada sístole, cada diástole, era como beber cianuro de un hermoso envase de champagne una y otra vez. Bombea bichos pequeños, centenares de ellos.
Los días... mejor no hablemos de mis días. Se vuelven huecos y sombríos, cuevitas de larva. Es una serie de televesión con poca audiencia y creatividad que repite sus capítulos una y otra vez.
Esta mañana dando tumbos, sin dirección, acorralada en mi habitación, me dirigí hacia la biblioteca, mi única compañía. Buscando algo de Edgar Allan Poe, para variar, encontré de  casualidad la biografía de un tal Viktor Frankl.
Me llamó la atención, nunca escuché hablar de ese sujeto. Supuestamente, según lo que indicaba su biografía, fue un neurólogo y psiquiatra austriaco. Proseguí con la lectura.



 Leí pausadamente, cuando me adentré en su historia de vida y en sus estudios, en cada oración se me venían a la mente frases como estas:
- "Nada puede evitar que sonrías ante la gravedad de un problema"
- "Se puede ser feliz si se encuentra un porqué en la vida"
- "Aunque todo vaya por mal rumbo y te quieras pegar un tiro en la geta porque tenes un vacío existencial que te carcome la sesera, siempre hay una razón para vivir"
Me repetía a mí misma todas esas frases que se me venían a la mente, convencida en que la teoría de la logoterapia podría ser cierta.
Pero yo me sentía igual, como un alfil rodeado de peones, incapaz de hacer un movimiento para dar vuelta el partido. El alfil sigue sin moverse, pero los peones salen a atacar... El alfil no se mueve aunque puede hacerlo, no hace nada por protegerse o por proteger al rey... El alfil baja su guardia, su vista se nubla, su cuerpo se extingue... Jaque Mate.
"Mira, aquí estamos preciosa... "Le Paradis" mademoiselle Mica, mi lugar favorito en todo París. Entremos, adelante mademoiselle (.....)
Respira, respira profundo ¡Ohhh, aire más fresco que este jamás podrás oler! ¿Y después de esta lluvia? ¡Ja! No lo creo (....)
¿Te has dado cuenta de la hermosura que nos rodea? Miralas, una por una. Por favor, encanto, no me niegues que no es lo más precioso que has visto en tu diminuta vida, sino me pondré a llorar como un sauce llorón ¡Buaa, buaa! (.....)
Son todas magníficas, absolutamente todas. No hay ni una, repito ¡Ni una! Que carezca de belleza señorita, ya aprenderás de esto, para eso estoy yo ¡Je! Te diré todo acerca de ellas. Pero te confesaré que mis preferidas son..... esas  ¿Las has visto? Las azules que están casi al fondo, veamoslas más de cerca (....)
Preciosas, simplemente preciosas. Hay de varios colores, pero las azules son mis favoritas por excelencia... ¿Qué misterio se esconde entre bajo ese color añil y esas pintas saltarinas? Sencillamente perfectas. Pero no tanto como usted, mademoiselle Mica. (....)
Eres tan bella cuando sonríes, pequeña (...)
Oh... Cariño mío ¿Qué sucede? (...)
¡Oh, muy cierto! ¿Realmente quiere saberlo, modemoiselle? (....)
Disculpame, linda ¿Quieres saber el nombre, eh? ¡Que cabeza la mía! Bueno le diré, y escuche con atención mademoiselle y nunca lo olvide, se llaman..."
 Oh.... no. Maldita sea... La luz del sol se filtró sin ninguna timidez por mi ventana, me pegó de lleno en cara. Adiós a mi sueño... ¡El sueño! 
Mi mente todavía está fresca, tengo vagos fragmentos que  revolotean aún.
 Recuerdo estar presente... era yo de pequeña. Tenía un vestido turquesa con un pequeño sombrerito con un tierno moñito rosa en el costado izquierdo. Todo se veía muy difuminado, un espejo empañado. Me acompañaba un hombre, me tomaba de la mano y me hablaba de una manera muy dulce, como si me conociera. No pude ver su rostro, o tal vez no lo recuerdo. Vestía un simpático traje a rayas amarillo y anaranjado, combinaban con su actitud jovial y chispeante. Entramos a un lugar... llamado "Le Paradis". No sé que estábamos haciendo allí, ni lo que había. Sólo se que aquel misterioso sujeto no dejaba de vomitar halagos sobre el misterioso sitio.
Por alguna extraña razón, me siento... bien. Con un calorcito agradable en el pecho. Las palabras de aquel extraño transmitían tanto amor, y no parecía esforzarse en hacérmelo sentir, era todo tan simple y espontáneo.



El alfil despertó, tarde, pero lo hizo. Vio el tablero sin un alma. Eso podría significar la derrota, de hecho lo era. Pero ahora es libre de moverse en diagonal por donde se le plazca y tratar de dar vuelta su propio juego. Miro el calendario, ocho de Octubre, día común y corriente. 
Tuve ánimos suficientes para quitarme el pijama violeta con detalles floreados y arreglarme. Una blusa negra, pollera larga del mismo color, medias grises hasta las rodillas, y zapatos de charol opacos. También me pinté los labios excesivamente de rojo, fue un atentado hacia mis labios carnosos, al parecer había olvidado como maquillarme. Dejé suelto mi cabello color chocolate. Rocié un poco de perfume de vainilla en las mangas de mi blusa, en la coronilla de mi cabeza y en mi cuello.
Me miré en el espejo sin ganas, tenía la apariencia de  un títere, un títere que representa un payaso triste, de esos que te transmiten miedo y melancolía.
- "Vamos Mica, sonríe para papá..."
Perdoname papá, lo haré... por ti.
Anoche llovió a cantaros. Las calles de París estaban completamente empapadas de rocío. El sol iluminaba esas pequeñas gotitas, los adoquines estaban tapizados de gemas transparentes.
Todo olía sumamente fresco ¡Bendita fragancia! deberían embotellarla en frasquitos de colores. No es nada más ni nada menos que el maravilloso olor a tierra mojada. No hay duda de que es cierto, es magnífico. Dulce, dulce petrichor.
Seguí mi rumbo sin rumbo, enviciandome con ese precioso aroma natural, cuando de repente me tropiezo con una pequeña cuota de vida. Un Edén moderno, una pequeña florería según veo.
Hace muchísimo tiempo que no pisaba una. Los crisantemos se filtran por las rejas rojas,  afuera en los canteros había un ejército de azucenas. En lo alto del edificio lucía un hermoso letrero similar al anuncio de un circo ambulante.
 Quise saber el nombre para venir nuevamente.... No puede ser..... ¡Le Paradis! ¡Este es el lugar de mis sueños! ¡Entonces es real! Eso quiere decir que... aquel hombre tan amable era....
 Mi mente hace un retroceso hasta mi infancia, pasando antes por oscuros momentos y llegando a mi niñez tan clara ¡Oh, papá! ¡Es papá! ¿Cómo pude olvidarme de esto?
En este jardín, en este paraíso están las flores más bellas que jamás pude haber visto. Recuerdo cuando me tocaba pasar las vacaciones contigo en tu París, me traías aquí y me enseñabas las maravillas de estos seres tan hermosos y llenos de vida ¡Papá, perdoname por olvidarlo, papá!
No puedo evitar soltar una lágrima, no puedo evitar que las raíces de ese tronco se hundan más en mi corazón.
Un momento.....
- "¡Papá, papá!"
- "Oh... Cariño mío ¿Qué sucede?"
- "Papá, ibas a decirme como se llama la florcita azul"
- "¡Oh, muy cierto! ¿Realmente quiere saberlo, modemoiselle?"
- "¡Papi, vamos! Dímelo, ahora"
 - "Disculpame, linda ¿Quieres saber el nombre, eh? ¡Que cabeza la mía! Bueno le diré, y escuche con atención mademoiselle y nunca lo olvide, se llaman..."
(....)



¡Astromelias!
Corro desesperada hasta el fondo de "Le Paradis". Pasé por lirios, camelias, magnolias, rosas, margaritas... todas ellas, las recuerdo papá. Y de pronto ellas... cayeron del cielo.
Las lágrimas surgían como sus preciosos pétalos azules, zafiros soberbios.
Me quede enviciada, más bien dicho hipnotizada con esas bellas astromelias azules. Cada pétalo era tan misterioso, infinito y seductor, cada mínimo detalle era un enigma por resolver. Ahora entiendo tu gusto por ellas... papá.
 Sentí tanta pena por mí. Flor tan dichosa, tan chorreante de vigor, con pétalos tan graciosos, que se mecen con la elegancia de una doncella al peinar su cabello con un peine de malaquita. Me siento tan mediocre, tan estúpida por haberme olvidado de ellas. Ellas rebosan belleza en su estado más puro, y yo con un fútil pedazo de madera clavado en mi ser... Lloro de vergüenza e impotencia.
-        Oiga, mademoisille
¿Y esas vocecitas cantarinas?
-        Pshh, aquí.
Una leve brisa recorrió ese pequeño perímetro donde se encontraban las flores azules... ellas me estaban llamándo, era como un coro de ángeles.
-        ¿También ha olvidado lo que le dijo su padre? - Me preguntó una, regañándome.
-        No más lágrimas, mademoisille – Me dijo otra dulcemente
-        Es mucho más bella cuando sonríe.
-        Sí... pero no tanto como una astromelia.
Y rieron juntas las pequeñas florecitas, me contagiaron la risa.
-        ¡Sonrió! - Exclamaron nuevamente juntas.
-        Su padre tenía razón, es mucho más bella cuando sonríe.
-        Cierto... puede que más que una astromelia.
Y volvieron a reír y me uní a ellas. La brisa estaba cesando, las pequeñas astromelias se despidieron de mí.
-        No lo olvide, mademoisille, sonría...
Y así lo hice, mientras aquellas memorias azules se depositaban sobre mi piel, removiendo a duras penas las astillas de mi corazón. Al compás de un airecillo primaveral las astromelias seguían su juego de coqueteo con sus encantadores pétalos, moviéndolos de acá para allá. Delicadas y queridas astromelias....
-        Ehhh..   Excusez-moi,  mademoiselle....
Una nueva voz apareció en medio de los  canales de vida. Fue una explosión que me desconcentró de mi pequeña fantasía azulada. Levanté mi cara de galletita mojada y vi de quien trataba.
 No era una flor. Se trataba de un hombre, o mejor dicho un joven que tenía la elegancia de una flor.
No pasaba los 20 años, seguramente tendría mi edad. Cabello castaño claro casi rubio, nariz aguileña, la piel más pálida que vi en mi vida, unos intensos ojos negros y penetrantes. Si no hubiera hablado en francés hubiera jurado que era alemán.
 Mire para todos lados,  no había nadie cerca. No había duda, me estaba hablando a mí... ¿Por qué a mí? Mi francés es burdo... ¿Qué hago?



-        Oh... pardon  monsieur... Yo no hab... mi francés ser pobre, pardon... Wi, pardon.. – Trataba de articular las palabras mientras hacía  gestos estúpidos con las manos para que me entendiera.
El joven no dijo nada por unos breves instantes, seguro quedó atónito por el kilombo criollo-francés-cavernícola de palabras que mezclé, no entendió ni J.
 El silencio cesa con una leve risita que se fugó de sus delgados labios color cereza. Me miró con los ojos entrecerrados de la risa y dijo después de un suspiro:
-        ¡C´est magnifique! ¿Argentina verdad? ¡Que agradable sorpresa! Cuanto gusto, mademoisille
Detecté rápidamente ese acento criollo dominante en esa frase, mezclada, obviamente, con la esencia de Francia.
Luego de mencionar esas palabras sacó a la luz unos perfectos dientes perlados, podría ver mi rostro reflejado en ellos.
En mi vida sólo he visto dos sonrisas que me han dejado sin habla. La cálida sonrisa de mi padre, y la de este joven misterioso.
-        Disculpe mademoisille ¿La molesto?
Claro que no.... Un momento ¿Eso lo dije o lo pensé?
-        Oh, no monsieur, para nada – Respondí aún dopada por su presencia.
Dejó escapar una tímida risita. Sonrió mirando el suelo sin decir una palabra, parecía apenado. Tal vez no le convenció el tono con el que le contesté... Si supiera que es por su culpa.
-        Monsieur, será un placer para mí ayudarlo en lo que necesite – Dije esta vez más animada
Se dio cuenta de ello y despegó su mirada del piso para depositarla en mis ojos. Me dio escalofríos... de nuevo me sonrió.
-        ¡Tres bien! Quería hacerle una pregunta.
-        Puede usted preguntarme lo que quiera – Y siguiendo el consejo de mis hadas azules y el de mi padre, sonreí, tímidamente, pero le sonreí.
-        ¿Cuál es el nombre de tan bella flor?
Al mismo tiempo en que sus labios de magma se movían para disparar el interrogante, sentí un suave dolor en el corazón, como si el tronco se arraigara aún más en él. Mis ojos al encontrarse nuevamente con los suyos se humedecieron ligeramente, pero al parecer no se dio cuenta. Sus ojos renegridos eran dos escarabajos con alas de luto, tenían brillo propio, era una tempestad salvaje en donde se filtran tenues rayitos de luz. No sabía que contestar, aunque sabía la respuesta mejor que nadie.
-        Ehh... ni idea, monsieur.
 Me miró extrañado, y agregó:
-        Pues.... ¡Que bella Nidea! - Y me sonrió... una vez más.
Luego dio un par de pasos en mi dirección. Su rostro de porcelana blanca se transformó. Sus pómulos de nieve ya no están marcados. Guardo su dentadura de mármol y me miró fijamente. Rápidamente me corregí:
-        ¡Ah! Disculpe monsieur. Que torpe soy. En realidad  son astromelias ¿Verdad que son hermosas? Hay de muchos colores, pero las azules son mis favoritas por excelencia ¿Qué misterio se esconde bajo ese color añil y esas pintas saltarinas? Sencillamente perfectas.
-        En efecto... pero no tanto como usted, mademoisille.


Nuevamente sentí en mi corazón como las raíces del tronco se fijaban más y más, podía sentirlas tocar el fondo del mismo. En él crecían pequeñas bellotas herrumbrosas, que maduraban en  un parpadeo,  e impactaban en mi corazón.. Quiero contestarle, quiero... quiero....
-        Pero, de todas maneras, mademosille, yo no me refería a las flores.... me refería a usted.
Quiero... quiero.... lo quiero....
-        Me, me... me llamo Mica Dupont , monsieur...
-        Mica... hermoso nombre, como lo indica su dueña
Ese dolor, ese dulce dolor que siento ahora, tan desgarrador, tan exquisito, tan diferente. Una opresión en el pecho, y una suave caricia de alambres de pua.
-        Ahora es mi turno de presentame, mademoiselle. Mi nombre es Alberto Birón, para servirle.
Hizo una graciosa reverencia, tomó mi mano izquierda y  la besó, haciéndome sonrojar hasta tomar el aspecto de manzana.
Dio otro paso hacia mí, más cerca... Podía sentir como su perfume de tierra mojada se desprendía de su chaleco gris. Me miro, esos ojos eran dos pozos ciegos, realmente sin fin alguno.
No puedo sostenerle la mirada, no puedo rozarlo ni con la yema de los dedos, no puedo.... pero quiero... quiero....
-        Debo irme, monsieur Birón...
Y apartándolo suavemente de mí, di unos pasos lejos de Alberto... de mi Alberto.
Caminé con la elegancia de un flan a punto de desparramarse. De pronto me resvalé por culpa  del suelo mojado, y me torcí el pie, los zapatos de charol no son la mejor opción para un día lluvioso. Sentí lentamente como mi cuerpo estaba a segundos de estrolarse contra pavimento.
Sentí como si las manos de un ángel me tomaran con delicadeza de la cintura. Evitó mi caída, pero para ello, tuvo que tirarme contra las rejas del vivero.
Abrí mis ojos sorprendida y allí estaba él... lo tenía a centímetros. Su cara aterciopelada era igual de perfecta, de lejos, de cerca, desde todos los ángulos posibles y excistentes. Sentía que mi corazón iba a explotar en miles de leños.
-        ¿Está usted bien, mademoiselle Mica?
Haciendo aún lado el dolor insufrible que sentía en mi tobillo, le dije:
-        Mejor que nunca – Y con todas las ganas acumuladas que tenía, le sonreí sin pudor, y también se me escaparon las lágrimas que contenía. Estoy frente a él...
Él también me regaló su mejor sonrisa y añadió:
-        Realmente es como yo me lo imaginaba, es cierto..
-        ¿De qué habla, monsieur?
Tomó mi cara con sus manos y me susurró al oido:
-        Es mucho más bella cuando sonríe..
Sus manos recorrieron todo mi rostró, limpió mis lágrimas y jugueteó con el contorno de mis labios.Se ensució los dedos con sal y rouge.
Aún estampados contra las rejas del paraíso nos miramos fijamente hasta emborracharnos con nuestras pupilas. Ya no me importaba aquel malestar en el tobillo o aquella inseguridad en el corazón.


-        Ton sourire m'attire comme pourrait m'attirer une fleur.
-        No entiendo nada de lo que dice.
-        Lo sé..
Perdidos en nosotros mismos, nos perdimos aún más en la perdición de un profundo beso. Nuestros labios eran espinolas que se derretían ante la pasión, se perdían, se encontraban y se volvían a formar.
Recorrí su cuerpo con mis dedos finos. Podía sentir como sobresalían sus costillas, su piel nívea era como tocar seda de la India, cálida y suave.
Prendieron los aspersores, el agua salía disparada como centelleantes fuegos artificiales  que nos mojaban y nos prendían. Recorrían gotas tibias sobre nuestra piel.
Un fuerte viento  hizo que  las astromelias perdieran algunos de sus pequeños pétalos, podía sentir como se me pegaban sobre mis mejillas carmesí y empapadas.
En los huecos putrefactos de mi corazón nació vida. Una crisálida se rompió y de ella salió una mariposa en tonos anaranjados, que empezó a volar al rededor de él.  Lo cubrió con el polvillo que se le desprendía de las alas. Al tronco le empezaron a salir hojas de esmeralda,
 y flores lilas. Ese viejo tronco era un jacarandá.
Sus raíces se incrustaron definitivamente en mi corazón, pero esta vez de una manera cándida y apacible. A su al rededor crecieron hermosas astromelias azules, que cantaban acompañadas por una pacífica brisa. Todo se ve y se siente tan ameno, tan diferente.
 Mira Alberto.... Mira... quiero que mires todo el paraíso que creaste en mí.
-"¿Qué te dije Mica? Eres más bella cuando sonríes" Gracias papá....
Todavía mis lágrimas eran fugitivas de mis ojos.
Sentía que flotaba en la estratosfera  hasta los breves instantes que sus labios se despegaron de los míos, cuando ese beso que parecía interminable tuvo un descenlase.
-        Je t'aime – Dijo para sí mismo entre murmullos, con la intención de que no lo escuchara, puede que haya dicho otra cosa, pero yo escuché eso... y me hace tan feliz pensar que así fue.
Externo, espontaneo, agraciado amor...  Alberto querido...
Nos secamos la cara el uno al otro, como dos gatitos mojados, y salimos tomados de la mano de "Le  Paradis", nuestro paraíso...
Caminamos sin decir nada por las calles de París. Él rompió el silencio y dijo mirando al horizonte:
-        ¿Y ahora que hará?
-        No lo sé... Llegaré a mi casa, me quitaré estas ropas mojadas y me pondré a leer "Corazón delator", probablemente... ¿Y usted que hará?
-        Francamente no lo sé....
-        ¿Por qué lo dice?
Se detuvo, me tomó de los hombros y mirandome fijamente a los ojos como un hombre me dijo:
-        Porque ahora estoy con usted y soy infinitamente feliz, y cuando se vaya, no podré dejar de pensar en usted, y tendré que buscarla hasta el cansancio, con el único propósito de volver a verla...
Pude ver que se le desprendió una pequeña lágrima. La corrí dulcemente y le dije sonriéndole:


-        No tendrá que hacerlo.... porque prometo no separme de usted.
Con los ojos salidos de las órbitas por mi respuesta, me preguntó:
-        ¿Y por qué  usted haría eso?
Acomodándole el cuello de su chaleco le respondí:
-        Porque le amo hasta los tuétanos, monsieur.
-        Y yo a usted, mademoiselle, como nunca amé a nadie.
Nos volvimos a besar, y las astromelias cantaron nuevamente. Las calles de París estaban adornadas con las gemas que nos dejó la lluvia y de nuestro amor descomunal.
Con una sonrisa pintada en el rostro, seguí caminando a donde sea, tomada de la mano de mi querido Alberto... Su rostro rebalsaba de felicidad, esa sonrisa de niño iluminada... me hacía tan feliz...

No había duda, finalmente, estaba en el paraíso. 












Texto: Camille Chico

viernes, 18 de octubre de 2013

* *

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.

Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros,
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistirá en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin limite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.