domingo, 30 de noviembre de 2014

Popurrí * *








You make my life and times
A book of bluesy Saturdays
And I have to choose
 
                                        King Crimson. 





                         Ph: Camille Chico





                     Video: Camille Chico

(Improvisación en saxo alto, equivalente a: mandando fruta)

jueves, 9 de octubre de 2014

Vomitando filmes

Un compilado de obras maestras no aptas para sensibles de estómago.


 












Alternativa recomendable para "Sweet Movie" : https://www.youtube.com/watch?v=L3N37cgU5rs






1- Espantoso Midori / Midori: la niña de las camelias.
2- Saló o los 120 días de Sodoma.
3- Gen, pies descalzos. 
4- Sweet Movie.


No están ordenadas por niveles de crudeza ni nada por el estilo. No voy a decir nada al respecto de estás películas, sólo lo diré que: son increíblemente geniales, perversas, polémicas y nauseabundas para los de cuero flojo. Sean valientes, curiosos, no coman nada mientras las ven y no me demanden, ni me profanen sobre mi pequeña persona en lo posible.
Sino hay quejas al respecto y si existiesen  más almas morbosas deambulando por este blog, voy a seguir recomendando filmes vomitivos *u* 



Que las disfruten ♥

sábado, 16 de agosto de 2014

Por unas cabezas

Eran las siete de la tarde, ya podía sentir como la noche caía sobre mi pecho, y el dulce pesar de la niebla en mis tobillos y en mis bolsillos vacíos.
Ando por las calles de La Boca, húmedas, desoladas, con las luces apagadas; camino sin rumbo alguno, lento, acompañado de mi amiga de cuello largo y mis boletos perdedores también me hacen compañía. Un viejo tango emerge de improviso, no puedo distinguir de donde proviene ¿de los antiguos edificios? ¿De dónde sino? Hago como si no me importara lo importante y sigo tambaleándome sobre los fríos adoquines. La música continua, no importa cuanto avance, seguía sobre mí.
Estúpido, torpe, borracho, y solo bailo, la botella es mi compañera y la Luna llena es nuestro testigo, pausa, giro, dolor, giro, giro, pausa, dolor.
Por cada palabra de esa canción me brota una lágrima, cuando los violines suenan el corazón me duele, mientras danzo en los aires de mi soledad, en el perfume de mi vino. 
Oigo el trote de un noble potrillo, las herraduras rebotan sobre el concreto, primero rápido luego de manera sosegada.
Beso mi damajuana, bebo de ella, le lloro y le pido que no se acabe, por favor. Ni un alma por La Boca solo yo, mi vino, el paso del potrillo, la Luna, Gardel y el vago recuerdo de ella...
El vestido satén de color rojo brilló hasta dejarme ciego, y bailó con una violencia que me estampó contra el muro "Andate al carajo" lo último que escuché desprenderse de sus encarnados labios; no me dio un beso, pero las copas llenas de polvillo que traslucían por la luz del Sol volaron hacia mí, vacías... 
Me detengo, siento el dolor, el despecho, pausa y sigue el tango. Siento las espinas de las rosas negras que ella puso sobre mí.
¡Por Dios, Buenos Aires querido, consuélame!
La Luna está tan esplendorosa esta noche, tan como ella. Suena ese tango mucho más fuerte, sigo sin saber de donde sale, al igual que el paso de ese noble potrillo. Corro y trato de alcanzarte, querida Luna. Me mancha el corazón recordarla, tan preocupada, tan bella, su risita de golondrina que me empaña el alma de dulzura, marchan tres compases lentísimos y trágicos, me mancha el corazón con vino. 
Llueve en La Boca, lloro yo, y canto, mientras me emborracho, escapo de mis memorias, pero sin negar el recuerdo, refugiándome en la oscuridad de La Boca, tan iluminada a la vez, por ti, Luna. El hierro golpea más fuerte sobre las piedras.
"Por una cabeza de un noble potrillo, que justo en la raya afloja al llegar..." Su caminar tan pausado, me rodea por detrás, por eso corro, no lo veo, canto, lloro, bebo, miro la Luna y pienso en ella, en sus labios bermellón, en todo su amor "Su boca que besa, borra la tristeza calma la amargura..." ¡La necesito!
Loco enamorado perdido en La Boca, corro, salto, con la mente nublada por la borrachera, hasta suelto mi botella, desesperado la busco, no a ti licor, si no a ella. Mis bolsillos vacíos me pesan, mi corazón vacío me pesa "Cuantos desengaños por una cabeza..." 
El tango me arrastra, vencido; las notas de ese desenfrenado bandoneón son como telarañas que me aprietan los brazos, soy una marioneta alcoholizada que le baila a la Luna; pensando que tengo a mi mujer entre mis brazos, uniendo nuestros corazones en el celo musical. Flojos mis hilos y floja mi alma. 
"El tango esta lleno de despedidas" dijo tan bien aquel tipo que no me acuerdo el nombre. 
Me arranco los pelos de la cabeza, la quiero a ella y solo a ella. "¡Basta de carreras!" me dijo llorando, "Se acabó la timba" le juré, "Un final reñido yo no vuelvo a ver..." le mentí, "Pero si algún pingo llega a ser fija el domingo. Yo me juego entero" y así fue... "¡Qué le voy hacer!" 
Las copas de cristal empolvadas, eran flechas apuntándome, su rostro de Luna decepcionado, "Andate al carajo" sus palabras, amada... "Quema en la hoguera todo mi querer..." 
El alma se me sale del cuerpo, el pecho agujereado por las gotas de lluvia. Tengo la sangre y las lágrimas hechas de licor, mis labios están morados, no sé si por el frío o por la vid.
Luna, divina Luna que me viste... ¡Oh Dios, que bella es la Luna! ¡Que bella es mi mujer! "Por una cabeza, si ella me olvida..." Explotan mil puñales dentro de mí, por aquel último bramido de la tensada nota hasta el sufrimiento.
Me desplomo sobre  los adoquines, sollozando, recordándola... El potrillo se detuvo, y el tango esta por terminar, retruenan los violines. Y en cuanto a mí... todavía... no lo sé... 

"¡Qué importa perderme mil veces la vida, para qué vivir!" (...)







Texto: Camille Chico

miércoles, 30 de julio de 2014

¡Extra, extra!

Desde este humilde blogcillo, me uno al petitorio de Mafalda y de paso anuncio un par de cosillas más.   














Aquí les presento mi primera publicación en la amada Revista Embestida: http://revistaembestida.wordpress.com/2014/07/30/rincon-literario-toro-gris/ . Están invitados a entrar y pispear.  

Rendí el final de gramática y orgullosamente anuncio que metí esta pesada materia de un tirón. Estoy más feliz que perro con tres colas, extasiada hasta la médula, etc, etc. 

Me hice un INSTAGRAM, así que si tienen ganas de reírse un poquito de mi cara de pekinés mojado y mis otras sandeces, también están invitados a entrar.

Muy pronto volveré con un nuevo relato, por ahora estoy disfrutando rascarme el ombligo por tiempo limitado.

¡Volveré!


(♥)





jueves, 10 de julio de 2014

Lirio de Roma.


Aviso:  mientras lees mi siguiente mamarracho, titulado "Lirio de Roma", escuchate esta preciosidad de fondo https://www.youtube.com/watch?v=KHuOQZXNZww . La primera vez que escuché esta melodía, fue gracias al animé (AL ESTUPENDO ANIMÉ) "Elfen Lied",dejo el opening del mismo para que se te piante un lagrimón: https://www.youtube.com/watch?v=Nl4zXuMeT6g . encima está la esencia de Klimt impregnada, no se puede pedir más.


"El Beso" de Klimt. 


A continuación mi humilde textillo.


Las partituras arden, cada nota culmina transformada en  ceniza, caen apasionadas e indiferentes al suelo, se desintegran en un lapso armonioso, respetan sus tiempos al desgranarse. 
Mis ojos se deslizan entre las cuerdas de las arpas, están dentro de ellas, cada nota es un agónico e indescriptible giro que se torna vicioso, mis corneas adquieren carmesí, mientras toco el piano con mis manos ausentes. Casto Lirio… ¿Cuán benevolente eres?
La habitación es salpicada por  constelaciones, el cosmos de una clave de sol, la fugacidad del silencio de un tiempo, una escala hacia el infinito con bemoles y sostenidos. Pequeñas manchas  estelares cuyo punto de partida es un atril con hojas, con cinco líneas y cuatro espacios, moteadas de sensaciones cronometradas e improvisadas a la vez. Partituras empapelando el piso, lo que pisaba era magia pura.  
A medida que mi corazón palpita, un dulce céfiro  pinta  cuadros surrealistas. 
El primero me dio escalofríos.  Una niña de trenzas violetas, con camelias en sus cabellos delgados, frente a un cerezo en llamas, el fuego era de color azul, y los ojos de la niña eran el símbolo del ying y el yang. La niña sonreía, era una sonrisa retorcida, llena de locura, salida del infierno, con ansias de arrancarse sus pieles amarillas. Tenía en sus manos un ramo de flores desgastadas, sin vida. El cielo chorreaba sangre, había demonios colgando de abismos infernales como fondo, dichos seres se caían a pedazos, cangrenados y con rostros desfigurados. De la microscópica nariz  de la niña, caían larvas, había miles bajo sus zapatos rojos, retorciéndose, algunas reventadas chorreando una sustancia amarillenta y viscosa, similar al pus. El vestido que llevaba, color ciruela y con pintas malva,  parecía desgarrado. Pronto pude ver un espectro casi invisible detrás de ella, parecía hecho de humo,  tenía grandes garras humeantes, alzándolas con orgullo, en señal de dar su golpe final. 
Esa pequeña estaba condenada y sumergida en la locura de su destino infantil desquebrajado. La sonrisa se veía aún más demencial a medida que la miraba más de cerca.  
El segundo me dio nauseas. Eran tres sirenas nadando en las aguas del Pacífico. Las costillas resaltaban hasta salir de sus pequeños torsos de muñecas. Sus ojos negros estaban hundidos en sus rostros verdes, creando seis agujeros negros capaces de aspirar hasta el olvido. Sus senos parecían que fueron absorbidos por una aspiradora, sin vida, ni forma, solamente colgando sin la gracia de un adorno  en sus pechos, eran pasas de uva acuáticas. Los cabellos eran algas con sedimentos pegados en ellos, el verde brilloso resaltaba con el azul marino de fondo. Las cabelleras clorofílicas llegaban a tocarle las puntas sus colas de sirena, las cuales no estaban cubiertas de escamas del todo, lucían desgastadas.
 Una de ellas, la del medio, sonreía malévolamente, revelando unos dientes puntiagudos y amarillentos, similares a los de un Nosferatu con sarro. Tenía la lengua afuera, era larga y morada. Su nariz era totalmente normal. Ella alzaba sus  esqueléticos brazos en señal de amenaza, sus manos se veían delicadas, a excepción de las garras  descomunales capaces de arrancar un rostro de una caricia que nacían de ellas.
La otra sirena, situada a la derecha, era la más pequeña. En esas fosas que tenía como ojos, se escapaban fugitivas lágrimas monocromáticas. No tenía boca, ni nariz, esos ojos cubrían por poco todo su joven y empobrecido rostro, complementándose con el blanco y negro de su llanto. Divisando su marchitado cuerpo, pude ver algo que me impresionó, en el medio de su vientre, no sé que provocó en mí ¿Nauseas, tristeza, ira? No lo sé, fue inexplicable… O tal vez no del todo. 
De su ombligo oscuro se desprendía el brazo de un bebé, sus pequeños dedos estaban del todo estirados, como si quisiera sujetar una cuerda para salir de allí. Luego pude darme cuenta de otro detalle que produzco el mismo efecto en mí. La cara del pequeño tritón estaba tallada en el abdomen de la sirena. Sus ojos estaban cerrados con pequeñas arrugas a sus costados, la boca abierta en extremo, las facciones estaban muy detalladas, y se asemejaban a la de un infante. Un niño, de tal vez dos años, desesperado por querer escapar del marchito cuerpo de su madre.  
A la sirena restante le brotaba algo de la boca, una especia de espuma color moho. Sus ojos negros salidos del averno transmitían una furia inexplicable, como si todo el repudio del mundo estuviera concentrado en esos ojos. Se tomaba la cabeza con las manos, arrancándose sus cabellos. Su cola estaba más rasgada que las demás, con arañazos profundos… comprendí que ella misma lo pudo haber hecho con sus filosas garras.  
Alrededor de esas tres atrocidades  subacuáticas, había una innumerable cantidad de ostras. Al acercarme vi que no llevaban puestas hermosas perlas. En lugar de ellas, tenían grandes ojos,  iris como rubíes de fantasía, hasta las mismas  pupilas estaban inyectadas en sangre. 
El último cuadro fue ilustrado por esa brisa, con más calma y detenimiento que los anteriores, como si disfrutara ver mi cara perpleja de curiosidad y temor transformarse a medida de que se completara la obra. Iba de abajo para arriba, lentamente, disfrutando.
Una tela violácea sobre el suelo, lo primero que pude distinguir ¿Una manta quizá? La tela siguió su recorrido en vertical, según lo pautaba el céfiro. Tal vez se tratase de una prenda que vestía el personaje del cuadro; al ver como avanzaba la pintura no había duda de ello, se trataba de alguna especie de túnica o vestido. Al ver como el atavío se pegaba al cuerpo de este ser en acuarela, formando curvas y una forma refinada, pude comprender que se trataba de una mujer luciendo un vestido.  Luego apareció otro color sobre la prenda, como si se tratase de una capa que iba sobre en vestido, era un tono claramente sonrosado. Otro detalle que se aclaró fue el pie de un órgano, este siguió creciendo junto al vestido. Luego aparecieron unos delicados dedos, sobre las teclas del mismo ¡Sabía que era una mujer! Todo estaba completo, solamente faltaba el rostro de aquella misteriosa dama. Unos hermosos bucles rubios caían sobre sus hombros, el céfiro hizo el contorno de su cuello, delicado, fino, inspirado en un cisne ¿Quién era aquella mujer? Una pequeña boca, labios finos y rosados, suaves pétalos. Piel pálida y sin vida alguna. Estaba ansioso a que ese cuadro terminara, no sabía con que belleza podría encontrarme ¿Podría ser que aquella mujer sea…? 
Contorneaba las mejillas, no quería apresurarse en lo más mínimo, necesitaba verle los ojos para espantar mi duda de una vez.  
 Quedé seriamente confundido y atormentado al ver el cuadro completo ¿¡Qué significaba aquella expresión en su pobre rostro!? Sus ojos vagabundos miraban un punto ciego en el techo, ojos tristes, bañados en pena. Unas lágrimas expiatorias recorrían sus pómulos privados de color ¿Por qué estaba así? Caí de rodillas, como si la fuerza de su agonía me arrojara al suelo. El céfiro aún agregaba pequeños detalles, más lágrimas en sus ojos,  desparramándolas sobre su cara deshojada… y de pronto el cuadro tuvo un desenlace que me puso la piel de gallina; las pinceladas me tajaron la razón. Era ella… Cecilia de Roma… 
Dos pequeños diablos revoloteaban a  su alrededor, mostraban unos pequeños colmillos, sonreían jocosos al ver su sufrimiento. Estaban desnudos, exponían en su totalidad su piel rojiza y malévola, tenían una pequeña cola y dos cuernitos en sus cabezas calvas. Sus ojos amarillos se incendiaban de júbilo. Uno de ellos estaba sobre  la desdichada Patrona de la Música, sosteniendo una corona de espinas ¡Que abominación! ¿¡Cuándo terminaría este sufrimiento!? Sentí la necesidad de arrancarme las corneas de cuajo, y devorármelas de manera voraz, sin poder saborear la retina. Cuando de repente… el céfiro volvió…  ¿Acaso dije “un dulce céfiro” al principio? 
Los ojos de Cecilia se clavaron en mí, petrificados en mi pobre figura. Sonrió, como lo hacía la niña del primer cuadro, una sonrisa digna de una loca desdichada. Su rostro fue reprimido por una espiral, se deformó, y luego volvió a su forma original. Pero a medida que cada segundo pasaba su rostro tomaba más demencia. Las venas de la frente resaltaban como si fueran a explotar, sus ojos estaban fuera de órbita, enrojecidos, las cejas levantadas confundiéndose con sus cabellos rubios, la sonrisa retorcida con los dientes bien apretados ¡Creí enloquecer! No… ¡Ya estaba loco! Cecilia me señaló. Automáticamente los tambores empezaron a sonar, omnipotentes, pausados. Los diablillos salieron del lienzo y se dirigieron hacia mí ¿¡Qué era todo esto!? Me levanté, pero antes de que pudiera hacer otro movimiento, las cuerdas de las arpas me tomaron de los brazos. Cada vez que intentaba zafarme, me apretaban más. Mi sangre caía sobre las partituras, la blanca se volvió roja. Sentí mucho calor repentinamente. El cerezo en llamas estaba a mi derecha, al igual que la niña. Seguían saliendo larvas por su pequeña nariz, las mismas se metieron dentro de mis pantalones y luego bajo mi piel. Masticaban mi carne, se reproducían, ponían huevecillos. La niña clavo un ramo de margaritas blancas en mi pecho. Sus trenzas violetas bailaban al compás de su risa. Pronto las margaritas adquirieron un color carmesí. Los violines también comenzaron a sonar, estridentes, torturadores. De pronto sentí que de las arpas se desprendieron un par de notas, que me quemaban la piel. Eran las sirenas quienes estaban ejecutando “Pájaro Campana”. Las sirenas más violentas lo hacían, tiraban fuerte de las cuerdas, las notas salían a borbotones al igual que mi sangre. La pequeña sirena estaba en frente mío… de pronto comenzó a llorar frenéticamente en silencio. El pequeño brazo que salía de su ombligo empezó a retorcerse, la sirena se aproximo a mí, me pedía ayuda, sus inmensos ojos negros gritaban auxilio. Me tomó por los hombros suavemente. El brazo del niño se aferró a mi corbata firmemente, dejándome sin aire. La sirena lloraba sangre a chorros, se fusionaba con la mía. No podía respirar, mis ojos estaban por explotar ¡Este es el verdadero sufrimiento! La pequeña se desplomó sobre mí, y el bebé quedó colgando de mi corbata. Era una mezcla entre una salamandra y un niño, le chorreaba un extraño líquido verdoso de la boca y de la nariz; olía a vinagre y cebolla, sentí unas ganas inmensas de vomitar, y de hecho lo hice, sobre el infante. Este bebió mi vómito contento, y luego se puso a jugar con el cadáver de su madre ¡No podía creer lo que estaba pasando!   
Sumergido en un mar de locura por fin recordé… ¡Cecilia! ¿¡Dónde está Cecilia!? De pronto el piano que tenía detrás de mí comenzó a sonar… Esa melodía… Me mordí la lengua hasta hacerla sangrar. Cecilia tocaba Lilium… ¡Lilium! Aquella canción que provocó en mí ganas de suicidarme ¡Por aquella bendita canción comenzó todo! ¡Los fantasmas, el céfiro, los cuadros, mi demencia! La niña de trenzas violetas tocó la ocarina para acompañar mis deseos suicidas… Solamente dos compases más… Fin.
Las sirenas tiraron de las cuerdas del arpa. Mis brazos salieron volando por la sala, la sangre caía sobre mi rostro. De pronto el bebé salamandra vomitó sobre mis pies, estos comenzaron a desintegrarse, hasta mis rodillas. Podía ver como las larvas se retorcían sobre el ácido. Mi torso calló sobre las partituras. No grité ante tanta tortura, sólo observe pasivo mi final. La niña de trenzas violetas arrancó el ramo de margaritas rojas de mi pecho con suma violencia, se lo dio a los pequeños diablillos. 
Todos regresaron a sus respectivos cuadros… a excepción de… Cecilia. 
De pronto sentí que levitaba en el aire, levanté la mirada y vi su rostro. Era ella, la Patrona de la Música. Su rostro era el de siempre, encantador, pasivo. Me acarició suavemente el rostro, y me limpió la sangre con un pañuelo. Vi el cuadro donde ella estaba… No podía creer lo que veía. Los diablillos ahora eran tiernos ángeles de mejillas sonrosadas y cabellos albinos. Rápidamente vi los otros.  La niña de trenzas violetas… sonreía felizmente con los ojos entrecerrados, junto a un cerezo maduro, lleno de pajarillos cantarines. Llevaba en manos hermosas flores silvestres… una pequeña disfrutando un bello día.  
Las sirenas… tres hermosas mujeres, cuerpos torneados, ojos expresivos y verdosos, cabellos largos, sonrientes, pechos como ciruelas. Una de ellas con un perfecto bebé en brazos, criaturas marinas adorables… Un hermoso cuadro. 
Cecilia se aproximó hacia su lienzo conmigo en brazos. La luz estaba por apagarse, pero necesitaba ver que sería de mis restos. Entramos. Cecilia se sentó en su banquito, frente al órgano, conmigo en brazos. Me miraba tiernamente como a un niño indefenso. Los ángeles se aproximaron arriba de ella. Llevaban en mano una corona hecha de flores rojas… flores… ¡Las margaritas de la niña! ¡Mi sangre! Al ver que lo comprendí, Cecilia de Roma me sonrió. Mis ojos se estaban cerrando, mientras Cecilia tocaba Lilium para mí, esa canción que me transmitió  innumerables vicios, y ahora me trae paz… Casto Lirio ¿Cuán hermoso eres? 
La pintura se seca con la ayuda del céfiro, mis ojos se cierran, y Cecilia de Roma… vive en mí.           




















Cecilia de Roma: La Patrona de la Música.





Très bien II:  al margen de toda esta cháchara, esta vez mi intuición y mi bocho no me jugaron una mala pasada, aprobé la cursada de Teoría y Análisis literario con 9, estoy como si hubiera ingerido una gran dotación de flubber, estoy saltando para todos lados y bailando la polca de la alegría.






Texto: Camille Chico. 


viernes, 4 de julio de 2014

¡Très bien!

Bueno, primera noche en la que voy a poder dormir en paz y seguramente más de 4 horitas. He terminado los parciales y orgullosamente puedo decir que he aprobado las cursadas (rompe en llanto)... Bueno... qué va! Una está confirmadísima que la regularicé, la otra es intuición y confianza (la poca que tengo está depositada ahí) Ahora es tiempo de relajarse... ¡PERO SOLO UN POCO! Pronto llegan los finales, chan, chan... Disfrutemos a la divinidad, divinidad King Crimson, dejémonos llevar un toque ¡I'll be back!





Aviso: ¿Te gustan "The Beatles"? Descarga la discografía completa + extra en  http://anonimatobs.blogspot.com.ar/ , así que... ¡YA TU SABE'! 

 
                                                                                            A por los finales

lunes, 30 de junio de 2014

La Planète Sauvage



 












Año: 1973
País: Francia
Director:  René Laloux
Género: Animación. Ciencia Ficción. Drama Psicológico. 

Película en donde se muestra un futuro en el que los seres humanos, llamados "Oms" (palabra inventada derivada de la francesa "hommes", hombres), han sido llevados al planeta de los gigantes Draags, donde son conservados como mascotas.  Los Draags son una raza extraterrestre con forma humanoide, pero mucho más antigua, con piel azul, orejas como aletas de pez y enormes ojos rojos. Los Draag viven mucho más tiempo que los humanos - una semana Draag es equivalente a un año humano. Algunos Oms han sido domesticados como mascotas, pero otros corren libres y salvajes y son exterminados de manera periódica. El trato de los Draags hacia los humanos contrasta con su alto nivel de desarrollo tecnológico y espiritual. A destacar, además de la trama, la impactante estética surrealista que presenta, heredera de los cánones de la época y el lugar en que fue creada.
















El manga "Gantz", también hace referencia en uno de sus tomos a dicha película, cuando la raza humana es gobernada por humanoides, estos también adoptan la idea de tener a seres humanos como mascota.



























Link película online: http://vimeo.com/108855044


domingo, 29 de junio de 2014

Natural literal










Le hablo al viento, 
pero mis palabras se las lleva. 
Le hablo al viento, 
pero el viento no oye, 
el viento no puede oír.






Fotografías: Camille Chico
Letra y música: King Crimson. 


Aprovecho para agradecer a "Revista Embestida" por haberme incluído en su amena comunidad. El próximo mes, algunos de mis textos serán publicados. Aquí un pequeño  anticipo: http://revistaembestida.wordpress.com/2014/06/29/el-rincon-literario-la-nueva-seccion-de-julio/

¡Muchas gracias! 

martes, 24 de junio de 2014

~Black Sheep~:

Haciendo un poco de publicidad por aquí a este excelente blog en potencia: http://anonimatobs.blogspot.com.ar/ (ovación, ola, aplausos, rosas sin espinas, tangas de todos los colores del arcoiris). Hay poquillas cosas aún, pero crecerá, denle una oportunidad al blog de esta joven oveja negra, de la cual estoy enamorada.  Nuevamente: http://anonimatobs.blogspot.com.ar/
Solo eso por ahora... solo por ahora.


I'll Be Back

lunes, 12 de mayo de 2014

Párvula

Átomos color ámbar y escarlata rebotan insaciablemente sobre las paredes cardiovasculares. Un hito dorado, con un atado de lilas,  está clavado en su centro,  médula espinal que desencadena sus desvaríos y controla la infinitud de sus gestos.
Abre los ojos, se toca la punta de la nariz y hace bailar los dedos de sus pies en efecto dominó. Cae, aterriza con las manos, siente como el rocío juguetea sin timidez entre sus dedos microscópicos.
 Da una vuelta carnero,  el mundo gira coreográficamente, ensucia su cabellera con el lodo e impregna esmeraldas en el mismo.
Camina entre un sendero de amapolas y narcisos, arranca los pétalos sin piedad, se los come cuales caramelos de orozuz y granos de café en la mañana.
Pisa intencionalmente moras y ciruelas, las escucha explotar y siente como fluyen los jugos bajo sus pies.
Junta piedras con mica pegada, hace torres con ellas, las derrumba creyéndose un gigante. Entre tanta sinonimia encuentra un fragmento de magia albina, lo guarda en su bolsillo.
El aroma a menta estalla su integridad, su cuerpo se subdivide inconscientemente. Los pies descalzos aferrados a la tierra, las criaturas subterráneas caminan en torno a sus tobillos. Sus manos cuelgan en nubes azucaradas, amargas, saladas y ácidas, jilgueros picotean suavemente entre sus uñas sucias hasta dejarlas impecables. El cofre delirios y el cofre de utopías se deslizan sobre la masa cósmica que juntos hacen y deshacen, se abren y se cierran.
 Saca los pies de la tierra,  aleja de su recinto a una lombriz. La lombriz baila sola, desesperada. Acaba con su soledad, la divide en dos. No conforme arranca los puntos extremos de ambas e imagina que tienen dos hijos pequeños que danzan un tango agónico familiar. Sonríe y se va, las uñas vuelven a estar sucias.
Desentraña malaquitas a su paso, su galope desenfrenado culmina en un atroz beso oxidado. El hito fue abrasado por un huracán rosado y febril, los elementos se vuelven el doble de caóticos. Brotan zafiros cortantes, todo es un ciclón de alambres de púa, hojas y pigmentación celestial. El primer beso que no fue beso, fue un tarascón que peló sus labios y clavó sus colmillos en ellos. Brillantina granate los arropa  y enciende una nueva secuencia de muecas. Nunca antes experimentó el dolor de tal forma. Se muerde la lengua, vuelve a detonar su universo entrópico, reinan caudales de destellos colorados y cataratas cristalinas. Luego se cansa de tanto alboroto, se sacude las sucias rodillas (descubre que están raspadas, otra vez) y vuelve a su despreocupada labor, saboreando la sangre y las lágrimas.
Los átomos color ámbar y escarlata parecían salirse de su lugar. Una fresca brisa sacudió a su hito, las lilas se frotan unas con las otras emitiendo dulces y agudas risas, se encontraban emocionadas. Dicho éxtasis se expandió por todo su cuerpo. Las plumas de un pavo real le hicieron cosquillas en la planta de los pies y bajo los brazos. El verde de sus ojos se extinguió, las pupilas negras expulsaron a su iris esmeralda, eran tan brillantes y oscuros como un escarabajo acuático secándose al sol.  Un desfile de mariposas de mermelada de frutilla y libélulas azules hizo remover sus cofres, intercambiar esencias. Se relamió los labios y saltó extendiendo los brazos. Cayó de rodillas sobre bellotas puntiagudas. Se abrió una vieja cicatriz, la sangre se escurre por sus delgadas piernas. Siempre se lastimaba en ese sitio. Entendió que para lo único que servían las rodillas eran para crear sufrimiento. Se desprendieron un par de lentejuelas plateadas, se consumieron al ver que entre sus manos tenía una mariposa monarca. Sus palmas cambiaron a un color naranja, acompañado por unas pequeñas estrellas. La mariposa se fusionó con  el viento, volviéndose invisible a los ojos de este ser.
Sus mejillas rosadas, banquete por excelencia de los mosquitos, se volvían más hinchadas y coloradas cuanto más tiempo pasaba por ahí.
Camina en puntas de pie, sus ojos pantanosos se dilatan al escuchar una alondra cantar.
Arrugo su frente, sintió algo frío escurrirse en ella. Una lluvia de meteoritos cristalinos cayó. Se le erizaron los diminutos bellos de los brazos, su piel de canela se crispó. Coro de ranas.
Se refugió bajo un inmenso roble. El olor a tierra mojada le dibujó una sonrisa.
Parte ramitas para sentir su aroma. Huele cosas nuevas, las ve, las siente, las oye, las degusta, guarda sensaciones en un cofre.
Descubre un mundo nuevo al ver debajo de una roca. Un sapo sale prendido de un cometa. La familia de lombrices sigue bailando. Toma una rama y golpea a un bicho para que se haga bolita. La lluvia cesa, baja la roca, el sol se esconde.
Patea el rocío, salta, gira en sí. Las flores peluditas de un viejo álamo cayeron sobre su cabello. Pone una tras su oreja y se come otra.
Toma un gorrión del suelo, lo acaricia levemente con su meñique pero no se mueve. No entiende, parpadea tres veces. Entiende, llora.  Cava un hoyo, entierra al gorrión muerto, hace una inestable cruz con las ramitas del álamo y sigue caminando. Llora un jacarandá flores amatistas de luto.
El coro de ranas es suplantado por una sinfónica de grillos, con luciérnagas como reflectores.
Tiene los pies marrones de tanto andar ligero. Por donde quiera que camine, tiene alguien detrás. Piensa que la Luna le sigue el paso, tiene razón. Se reflejan en un charco, pisa el reflejo y espera a que se acomode. Junta ramas de cualquier árbol, y une los puntos reflejados en el agua. No sabe lo que es, pero sabe que es hermoso.
Se acuesta sobre las malaquitas húmedas, tantea su bolsillo, esta el pedazo de vida.
Mira los puntos que unió, saca su nueva extremidad y crea sus propios puntos y uniones. Todo es posible con un cofre lleno de incoherencias e inventiva. Todo es posible con una tiza.
Cierra los ojos, las pestañas le llegan hasta las mejillas sonrosadas. Visualiza sus bosquejos galácticos, huele el olor a menta, a tierra mojada, a ramas partidas; saborea la sangre,  las lágrimas,  las nubes; escucha a los grillos, a la alondra, a las ranas; siente la textura de una lombriz, de un gorrión, de una mariposa, de los pétalos, del agua; el mundo es una sinestesia. Curiosidad, alegría, dolor, muerte, placer, tristeza, todo en pequeñas cosas.
Su ser completo se eleva, los pies anclados son libres. La tierra se desmorona poco a poco. Los árboles caen, las flores se marchitan, los pétalos se desgranan al caer y todo ser con vida se hace el dormido, yace.
Los átomos escarlata y ámbar permanecen callados, aguardando. El hito no sabe hacia donde marcar, se mantiene estático. Las lilas cuchichean en forma pasiva. 
El cuerpo de ese alguien atraviesa las nubes, los jilgueros caen en picada.
Todo es una encrucijada de luces de neón. Abre sus ojos incautos, fulgor enceguecedor. Realiza toda serie de piruetas al descubrir que nunca caerá. Se relame los labios impregnados del sabor múltiple de las nubes. Ninfas fluorescentes aparecen de manera repentina tras los cuerpos celestes, bailan alrededor de su ser entrópico.
 Se dirige a un punto plateado, toma su tiza y empieza a dibujar constelaciones. Rosas, sirenas, gorriones, mantis religiosas, muérdago, jilgueros, medusas, cíclopes, colibríes, claveles, abstracciones, sus cofres se abren y liberan todos los elementos caóticos  que hay en ellos.
Por más que cree mil desvaríos, la tiza se regenera.
Los átomos ámbar y escarlata traspasan las paredes cardiovasculares, rebotando en todo su cuerpo. El hito se quiebra por la mitad, las lilas echan raíces y se expanden en su ser en la fugacidad de un segundo. Su integridad eran pétalos que controlan sus movimientos. El ser danza solo, se dibuja a si mismo para tener un compañero. Luego de un tiempo se vuelven a unir. Sus representaciones se esfuman en su piel canela, volviendo a los cofres. Todo es efímero pero inmortal.
Las ninfas vuelven a sus respectivos cuerpos celestes. Dio un par de vueltas más sobre sí, y fue hacia su perseguidor, la Luna. Dibujó algo sobre ella que de pronto olvidó.
Los átomos color escarlata y ámbar vuelven a su estado original. El hito renace y las lilas se enredan a el. 
Se recostó sobre ella, mira al infinito, mira su mano, se le sale una lágrima. Cierra los cofres, cierra los ojos, y se duerme.


Abre los ojos, se toca la punta de la nariz y hace bailar los dedos de sus pies en efecto dominó. Cae, aterriza con las manos, siente como el rocío juguetea sin timidez entre sus dedos microscópicos…














Texto: Camille Chico. 

domingo, 20 de abril de 2014

El toro gris.

                                                      
Las manos se entrelazan, son listones cálidos y fríos, más que antes, más que nunca.
Los brazos férreos de un alguien se rompen, el abrazo perpetuo corrompe y se rompe. Meteoritos estrepitosos.
 Es algo nuevo, son extensiones de piel que se desgranan y se desenvuelven. Son liras en sus manos, es el aliento de toro tras su nuca, son  grandes escarabajos en su pubis, es papilla y miel seca en su boca, es piel de conejo en sus uñas, es el fin de un comienzo o el comienzo de un fin, es algo.
Córneas violetas, pupilas que se devoran el iris jacarandá y lo destroza, estampidas monocromáticas. Quiere dar un paso, pero no la dejan. El dedo gordo del pie tantea como un infante las partículas del aire, cuales figuras de plástico, amorfas, anónimas; las quiere conocer, las quiere andar, quiere metérselas en la boca, llenarlas de saliva hasta inundarlas, pero no recuerda cómo.
- Quiero jugar…
Ignora. Se anima a poner un pie sobre la tierra, casi llora, casi… Los cristales sabotean su carne hasta hacer moños carmesí de segunda, el óxido deja círculos anaranjados y putrefactos, sale un líquido amarillento que se impregna en su piel, la quema, siente el olor a carne y se le revuelve el estómago.  Algo filoso se hunde el en dedo más chiquito, lo deja pendiendo de un hilo, lo embiste un toro y cae en silencio el dedito gris.  
Abejas mueren en su garganta, se deja caer y busca el dedo con su boca desdibujada. Saborea la sal, el óxido, el cobre, todo se derrite en su lengua.  Cera caliente ambigua cae y un caballo galopando la desparrama.
Un Hércules le retuerce las muñecas. Añil el puño hace una sinfonía con sus huesos papiros, rojas las cuerdas entrelazan sus pestañas y se las arrancan una por una, difunto aquel que dirige la orquesta agónica. Les hace cosquillas con sus yemas microscópicas y hace piruetas correosas con sus cordeles sucios. El Hércules queda boca arriba, tambaleándose en su mugre, meciéndose como un tonto,  en la mugre de todos.
Quiere ahuyentar a los cuervos pero tiene miedo de las palomas blancas. La mirada furtiva, oscura, se clava en esas pupilas dilatadas, el negro se rellena de negro, cenizas de laurel, oscuridad total y nada más.
Ahora las manos son dos y tantean el espacio oxidado, nuevamente experimenta el  dolor, tan nuevo para ella. Ciega, temerosa, curiosa. Las patas del Hércules, que aún lucha por incorporarse, le raspan los brazos.
Toca los cuernos del toro, acaricia su cabeza con total ingenuidad. En tanto él mastica su dedito gris,  tiene los ojos inyectados de sangre, se la lleva por delante,  sumergido en un bravío humano fuera de su compresión, atraviesa el concreto y la oscuridad, pateando la cabeza de un buey, las figuras humanas, dejando todo lo que significó ser un toro.
El foco se balanceaba de un lado a otro, pero ella no lo sabe.  Sus coletas rubias desalineadas, su vestido a cubos resquebrajado, una mano tocando la sangre de un de un niño que tuvo suerte (podía imaginar, o  tal vez no, lamentos metálicos femeninos) y otra mano tocando….
- Muñeca…
Siento mi muñeca, su puntiaguda nariz, su trajecito con su pequeño sombrero, los ojos exageradamente contorneados. La tomo y trato de ponerme de pie, como puedo. Extraño mis zapatos de charol, con ellos no me daba cuenta de cuán vil puede ser la tierra que uno pisa.
¡Muñeca, que afortunada eres al no sentir! Me duele… no debí moverme de donde estaba. Mi pequeño dedo, pobrecillo… Al menos tu los tienes a todos. O eso creo… Espero que papi no se moleste al verme incompleta.
¿Qué habrá ocurrido? ¿Qué eran esos ruidos? ¿Qué era ese dolor que visitó al mundo? Si tan sólo pudiera quitarme esta tonta venda… ¿Dónde estará papá?    
La pequeña abrazó su muñeca, en medio de escombros y cuerpos. Llora porque no sabe, pero no sabe que es feliz porque no sabe. No debe saber, todo es pesadilla, es pesadilla… No lo es. Se acomoda las coletas rubias sin soltar a su muñeca. Se quiere quitar la venda de sus ojos violáceos, pero algo la detiene…
- ¡Maya! ¡Maya!
- ¿Papá?
- ¡No, Maya!
Sus ojos se inundan de lágrimas, una sonrisa se dibuja en su rostro. Lastimado, cubierto de polvo, con la ropa rasgada, pero vivo, abraza a su pequeña en medio de la desolación y el aroma a muerte.
- Papá… papá…
- Hija, escúchame ¿Te has quitado la venda?
- No…
- ¿¡Estás diciendo la verdad!?
- Sí papá, es la verdad, lo juro…
Aliviado, con una mueca de satisfacción en su rostro, toma en brazos a su hija y la arropa sobre su pecho golpeado.
- Escúchame, Maya… Quiero que duermas ¿sí? Duerme… Sigue durmiendo, no te detengas en esta pesadilla, nada es real… Nada es real… Nada.
- ¿Dónde está mamá?
- Ahora no, hija mía, sigue soñando, que nada ha pasado aquí.

   La pequeña Marie duerme como se lo ordena su padre, ajena a la pesadilla pero dentro de ella, aún abraza a su muñeca. Él ve que le falta su pequeño dedo gris y quiere arrancarse los pocos cabellos negros que le quedan. Camina esquivando torsos y manos. Irónicamente ve un cuervo picoteando los ojos de su esposa y una paloma blanca que  observa el espectáculo mientras se come un laurel. Le lloran lágrimas grises, las bebe. Las hormigas caminan alrededor de lo acontecido, comen la carne de un arlequín.
Ya no se oyen bombas caer, ya no hay nada. Sólo Marie, Maya, Muñeca, Padre, Pablo… y un toro gris.   










Texto: Camille Chico.