Con el estrepitoso ruido de las bocinas, Romualdo se
despertó. Aunque a veces se levantaba por el zumbido de las moscas que se
encontraban revoloteando al rededor de las sobras de las pizzas del delivery de
la noche anterior o de la semana pasada.
Colocó los pies en la tierra sin tener noción del tiempo,
rascándose la busarda, dirigiéndose al baño para darse la ducha de todos los
días. El muy puerco mal afeitado no usaba jabón, simplemente un chorrito de
agua tibia, en el mejor de los casos más de un par de gotas, y un sobrecito de
shampoo que venían de muestra en las revistas Justificaba su acto diciendo que
quería ahorrar agua ya que esta escaseaba y así evitar una posible futura
guerra. ¡El muy asqueroso tenía buenos argumentos! Se puso una camisa arrugada,
unos pantalones rasgados de su época de rollinga, y unas Topper sucias.
Preocupado pensaba ¿Hoy que haré? ¿En qué derrocharé mi
tiempo? Entre sus opciones estaba: sentarse en su abollado sillón y mirar la
televisión tal vez algún programa de chimentos, noticias que chorrean un
líquido amarillo, o una película porno. También podía tomar unas birras y escuchar
un poco de rock del palo (Callejeros por preferencia), pero esta vez decidió ir
a la plaza más cercana solamente para ver a las jovencitas que pasaban por allí
y desnudarlas mentalmente para su propia diversión. “Joven verde busca chica
ecologista” ese era su lema el cual tenía escrito en su frente, por decirlo de
alguna manera.
Se dirigió al banco de la plaza el cual estaba enfrente
de una estatua. El pibe le fue indiferente a la misma, no era mujer ni tenía
exuberantes pechos los cuales contemplar, así que se sentó con las piernas muy
abiertas, parecía que se había bajado de un caballo galopante tras haberlo
montado.
Bellas adolescentes pasaban al lado suyo, soltando
risitas tan agudas, similares a orgasmos.
“A esa perra la haría aullar” “¿Esa otra será una
prostituta?” “La de rojo tiene lindas piernas ¿A qué hora abrirán?”
Pensamientos lujuriosos recorrían su mente. Penetraba a las
niñitas con su mirada, aunque esta demás aclarar sus otras intenciones.
- Eh, flaco, anda a laburar, y deja de ensuciar el piso
con tu baba.
Romualdo se sobresaltó ¿De dónde proviene esa voz?
- Dale, dejate de embromar, son nenas, degenerado ¿No te
da vergüenza?
- ¿Quien carajo esta hablando? Vení a dar la cara,
perejil.
- Estoy en frente tuyo, chabón. Deja de mirar culos y te
vas a dar cuenta.
No podía ser, no había nadie, solamente la estatua.
- No me jodas ¿En donde estas metido? Salí que te desfiguro
la cara a trompadas.
- Acá ¿Hace falta decirte que soy la estatua?
“No recuerdo a ver consumido marihuana esta semana. ¿El
viagra afecta al cerebro?” Se decía para si mismo, Romualdo.
- Si te lo estas preguntando, no, el viagra no es
causante de esto.
- No puede ser, no puede ser...
- Si, pibe, si. Puede ser y lo es.
- ¿Por qué estas hablando conmigo? ¿Qué queres de mí? No
tengo un peso, ni siquiera puedo pagar un telo. Así que no soy el que
buscas
- No, Romualdo, no te gastes. No quiero la plata de tu
vieja.
- ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Y cómo sabes que me mantiene mi
vieja? Habla pedazo de piedra animada.
- Bueno, bueno, bajando un cambio, señor erección. Puedo
decirte más de tu miserable vida, trozo de carne podrido, desempleado, 29 años,
vivís en un departamentucho...
- Departamento, piedrita.
- Bueno, como quieras llamar a ese cuchitril de un
ambiente. Al grano. Se, que sos un mantenido, un parásito, y para todos sos un
pelotudo, que nunca puedo tener algo real con una mina y que busca el placer guiándose
por su imanación, tras sueños húmedos y picarones... Sos el idiota modelo,
felicidades. Simplemente quería que lo sepas. No me des las gracias por
ayudarte...
- ¿Vos me estas cargando? ¡No me jodas! ¿Por qué joraca
tengo qué agradecerte? ¿Quién sos vos, cacho de arcilla? Anda a freír churros,
dejame en paz si no queres que te deje hecho talco.
- Yo seré rígido por ser una estatua. Pero tu cabeza no
es precisamente de cemento, pero igualmente sos un cabeza dura, gil. Hace algo
por tu vida, cuando recibas mi favor me vas a venir a agradecer.
- ¡Cerrá la boca, cabronazo!
Romualdo, cegado por la ira, dio una fuerte patada a la
estatua, seguida de una secuencia de un numero infinito de piñas, dejándola
hecha añicos. Da la casualidad que en ese momento, las cuatro de la tarde,
pasaba un patrullero.
- ¡Quédese quieto joven! Va a tener que acompañarme.
- ¡Eh, pará! Salí
de acá, vigilante. La estatua me provocó. ¡La estatua me hablo, la estatua me
hablo!
- Acá hay drogón encerrado.
Tomó a Romualdo de la camisa y lo subió bruscamente al
auto.
El repetía una y otra vez en su defensa que la estatua
era una hija de puta y que tubo su merecido, la respuesta del policía eran
fuertes carcajadas y una seguidilla frases sarcásticas como por ejemplo
“Claaaaaro, a mí hoy a la mañana la mesita de luz me puteo y me dio una patada
en los bajos. Te acompaño en sentimiento, hijito”.
Una vez que llegaron a la comisaría, lo encerró junto con
otra persona.
- Che, pibe, te dejo con otro falopero.
Romu detectó al prisionero. Ardía en llamas. Era una
mujer, de cabellos rizados, pelirroja, buen cuerpo, muy sensual.
Despegó sus labios carnosos y dijo con su voz cantarina:
- No me digas nada ¿La estatua, verdad?
- ¿Cómo lo sabes?
- ¡Ja! lo supuse cuando el poli dijo que eras un fumanchero
como yo ¿O acaso consumiste últimamente?
- Esta semana no recuerdo haberlo hecho.
- Ya, yo tampoco recuerdo, estamos en la misma...
- ¿Vos también destruiste una estatua?
- La misma que vos hiciste mierda. Una rompe bolas de
primera. Me insultó en seis idiomas diferentes, la muy guacha.
- ¿Cómo puede ser esto? ¿Es una joda, esta todo planeado,
nos pretenden tomar el pelo?
- Na… Simplemente quiso ayudarnos... Debemos agradecerle
¿No crees?
La pelirroja apagó el cigarrillo que tenía entre sus manos
contra el piso sucio y lo penetró con una mirada matadora, hermosa,
provocadora.
Romualdo calló, estaba muy confundido para seguir la
conversación y a la vez anonadado ante la belleza de esa chica y su fuerte
actitud de leona, había una incógnita detrás de esos ojos esmeraldas, un enigma
¿Cómo podía estar tan segura?
- En fin, me llamo Rita, 28 años, camarera, y según ese
guijarro que esta en la plaza soy una ninfómana que no puede mantener una
relación estable y que da mala fama a las pelirrojas de buen físico y grandes,
labios. ¿Y vos?
- Emm, Romualdo, 29 años, desocupado, y según ese soy un
modelo del típico idiota argentino.
- Ya veo.
Se produjo un silencio incomodo y fogoso dentro de la
húmeda y oscura celda. Se miraban entre ellos, se analizaban, se desnudaban,
revelaban sus almas.
- Che, Rita.
- ¿Si?
- Hay algo que no me cierra... ¿Por qué tenemos que darle
las gracias?
- ¿Aun no lo entiendes?
Las miradas hablaban el idioma del silencio,
controvertido, dudoso y tajante
Romualdo hizo un gesto de dandi de novela mexicana de
bajo presupuesto, y con voz aún más gruesa (pretendiendo ser seductora) dijo:
- No, no lo entiendo, preciosa dama.
Rita arqueó su depilada ceja remarcada con delineador
negro, le fichó los ojos con señal de asco y vergüenza ajena.
- Realmente… el típico idiota. – Dijo mientras largaba
una bocanada de humo de su boca de salmón.
- Hey, encanto. No sólo porque tengas dos tetas enormes y
un culo en forma de manzana te voy a respetar más. Pedazo de perra…
Siete de la tarde y el silencio del lugar se prestaba
para cualquier tipo de discusión violenta.
- Pequeño precoz, segurito que con todas las mujeres con
las que estuviste en tu vida, se fueron con un violeta en sus bombachas con tu
firma.
Cólera salta de sus poros. Se acerca al mismo tiempo que
Rita se levanta. Ella fue más rápida y le enchufó tremendo cachetazo.
El toma de su rostro la mano de Rita.
- ¡Jamás vuelvas a hacer algo parecido!
- ¡Vago impotente!
En ese forcejeo de zafar, se produjo una encrucijada de
manos rabiosas. Quedan cara a cara sintiendo cada uno las formas de sus cuerpos
cabreados y altamente excitados. La respiración de ambos era tan fuerte que
podía huía fuera de la celda. Las miradas se unieron con la potencia de una
estampida de mil toros.
Aquel bofetón mutó en caricia.
La saña de hace un instante se descargo en un vaivén de
miradas y labios mojados, ella hambrienta, el masturbando el tiempo como un
ciego buscando un tesoro escondido. La sangre a punto de caramelo. Las sombras
dibujaban lo que ocurría, era la unión de dos personas desconocidas, la bronca
transformada en ironía.
- Nos unió la estatua, el mismo cupido de cemento.
El policía los vio y dijo:
- Hey, ¿qué les parece si van a un telo? Los voy a dejar
salir, pero dejen la merca, son jóvenes, no se arruinen las neuronas.
Ignoraron sus palabras, aun seguían contemplándose,
besándose, curtiéndose. Eran libres, dos almas solitarias se habían encontrado.
- Romualdo ¿Y ahora que nos espera?
- ¿Qué te parece una pequeña escala a mi departamento?
Sonreían, caminaban al compás de los latidos de sus
corazones y de los orgasmos contenidos.
-Romualdo, mira.
Rita apunto con su dedo de pluma a un sitio que quedaría
grabado en sus mentes como la pisada de un perro sobre el cemento fresco. Allí
estaba la estatua, intacta, como nueva.
El concepto de ambos hacia la misma había dado un giro. Se
la quedaron mirando, y al unísono dijeron “Gracias” Soltó una risotada pícara
inexplicable, y les guiñó un ojo. Ese ángel de piedra, que no tenía alas, ni
sabía tocar la lira precisamente, si no que estaba rodeado de palomas y en
lugar de un aura milagrosa, estaba toda escrita con mensajes de amor
superficial, seguramente de adolescentes, iniciales de los nombres de la pareja
feliz, muchos "te amo" y corazones mal dibujados.
- Te advierto que no es palacio, para una reina como
uste', pero…
- No digas más, tontito. Si casi lo hacemos en una cárcel
¿Por qué no en ese cuchitril que tenés como habitación?
Trotaron hacia la madriguera del amor. El éxtasis y el
deseo eran incontrolables para estos dos jóvenes amantes de las relaciones
carnales.
A Romualdo casi se le cae la llave del frenesí. Era tanta
la emoción que se olvidó de ingerir la pastillita azul.
Desenfrenados, entraron tropezándose a ese nido de carancho. Se devoraban, se
arrancaron salvajemente la ropa en un parpadeo.
Todo iba muy bien, extrañamente bien para Romualdo pies
izquierdos.
“Debo estar soñando” Pensaba Romu, dejándose llevar por
el placer de la oralidad.
Llegó el turno de él. Bajó hacía su destino besándole la
piel.
Arribó, y…. cómo decirlo. De verdad pensó más que nunca
que debería estar soñando. Algo salió mal, terriblemente mal. El destino era la
Llanura Pampeana, no el Aconcagua.
- No me jodas…
Pegó un salto de la cama, le agarró un tembleque por todo
el cuerpo.
- ¡No me jodas! ¡Rita! o como te llames… ¡No sos indio
pero tenés carpa! - Se agarra la cabeza con las manos -
-¿No te gusto? ¿No te va el equipamiento extra? Mira, te
hago un regalito encima. No te voy a cobrar nada para que sientas un poco de
satisfacción. La primera persona que no vas a tener que pagarle para que te
complazca.
- ¡No me provoques, trabuco!
- ¿Todavía más? No es trabajo para la mejor tira goma de
la zona.
- ¡Fuera de acá, carajo!
- Vos te lo perdés…
Tanta era la bronca de comenzó una riña de patadas con su
mesita de luz, y tanta era la furia de tener una erección con un travesti, que
rompió inconscientemente, sus preciadas revistas porno. Su ira aumento cuando
se dio cuenta que le faltaba la billetera.
- ¡Estatua de mierda, estatua de mierda!
Cupido seguía en el parque, riendo junto con las palomas.
Esta vez su flechita de piedra no pudo unir a dos almas vacías y ausentes de
sentimientos, pero al menos pudo darle una pequeña lección a ese jodido cabrón,
que no se la olvidará ni aunque le den un botellazo en el coco en medio de una
riña disputándose una mujerzuela o un tomo de Play Boy. Jamás borrará esa
jugarreta, ni tomándose sesenta litros
de cerveza, junto con su fiel amiga la marihuana.
Texto: Camille Chico.
Texto: Camille Chico.
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